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Maratón 1/5

Los dos meses hasta el festival parecieron transcurrir a la velocidad de la luz, porque mantuvieron a Jimin dedicado a perfeccionar su coreografía. Ese premio debía ser suyo de cualquier forma.

La semana de presentaciones que duró el festival fue arrasadora. Más de cuatro mil personas estuvieron asistiendo cada noche al teatro y todos en la compañía estaban excitados con la respuesta del público. Los medios solo hablaban de eso y de "Marioneta", la coreografía que lo hiciera debutar como coreógrafo.

El día del cierre fue un éxito total y su interpretación aplaudida como la mejor de los últimos diez años.

Jimin había pulido la técnica denominada contorsión, una de las más complicadas y difíciles debido al rigor de la práctica, pero el esfuerzo de los últimos meses había sido recompensado. Esta vez, como tantas otras, su trabajo había sido reconocido públicamente.

De esa parte de su vida nunca tuvo quejas, los méritos y premios acumulados fueron pagados a un alto precio, pero habían valido cada gota de sudor.

La sola planigrafía le llevó alrededor de ocho meses en que trabajó arduamente dibujando cada uno de los movimientos y corrigiéndolos o rehaciéndolos desde el principio, cuando en la práctica resultaban descoordinados o no fluían con el resto de los pasos.

El vestuario fue otro de los grandes aciertos de su presentación. Con los ojos vendados, ropas blancas raídas y cintas de cuero negras atadas a sus extremidades, fue descendiendo lentamente desde el techo del teatro para aterrizar en el centro del escenario a media luz.

La música rompió el silencio de la sala con suavidad y fue ganando estridencia en la medida en que el cuerpo de Jimin se retorcía y luchaba por romper las cuerdas y sacarse la venda de los ojos.

El público se puso de pie en la culminación, cuando Jimin prácticamente se desarmó en piezas y quedó inmóvil.  Se desvaneció detrás de los telones para reaparecer minutos después con al aliento entrecortado y chorreando el sudor. Realizado con su desempeño y con la reacción del público que lo aclamaba.

Alrededor de la 11:30 de la noche cuando finalizaron las presentaciones, Jimin fue entrevistado en su camerino. Lo esperaban periodistas de los medios culturales amontonados frente a su puerta.

Aplaudieron su actuación e hicieron algunas preguntas de rutina sobre el trabajo y otras más personales sobre quien podría ser la misteriosa chica que salía con él a escondidas, dando sustento a algunos rumores de que el año próximo se comprometería.

Se limitó a dejar pasar la pregunta, rígido como una estatua y sonrió. Odiaba más que nada la imprudencia de los medios amarillistas de querer exponer todo el tiempo la vida privada de los artistas, con más fervor incluso que el de reconocer los méritos en el trabajo.

Jungkook permaneció a su lado asistiéndolo durante las largas horas de ensayo. Se sentía agradecido con Jimin por haberle presentado a Gianni. Un proyecto que había comenzado a dar frutos. Había prediseñado una colección de doce piezas y Gianni había quedado maravillado con la originalidad y frescura de los diseños.
Iba a formalizar el contrato en el próximo semestre.

Un día después de los ensayos, Jimin descansaba acostado sobre el suelo de madera del estudio. Jungkook, que siempre se había quedado a cierta distancia respetando los límites, se sentó a su lado buscando conversar.
Jimin lo miró con asombro, pero no dijo nada.

—Hace mucho que quería preguntarte, Jimin.

—¿El que? —preguntó Jimin doblemente asombrado de que Jungkook se atreviera a hablarle en tal tono informal en el trabajo.

ℭ𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔰𝔢𝔞 𝔪𝔦́𝔬  ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora