- Epílogo cuatro -

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No hubo nadie más en su vida. No hubo planes de matrimonio ni de familia en lo adelante. No hubo expectativas de enamorarse otra vez o algún tipo de interés emocional por ningún ser humano de ningún sexo.

Había reconocido hacía muchos años ser una pieza dañada, aunque costara acomodarse al hecho de que nunca volvería a ser "normal", había dejado de luchar contra ello.

Quiso más que nada despertar el día en que Jungkook volviera por él y no importaba cómo, amanecer en aquella playa otra vez. Esta vez no llamaría a la policía. A esas alturas poco habían llegado a importarle sus conceptos. Esta vez no dudaría en huir con él. Nadie le advirtió que aquello dolería tanto y por tanto tiempo.

Su médico hablaba de síndromes, él sabía que era amor.

En las madrugadas despertaba en la esquina de la cama de hospital, bañado el rostro de sudor y lágrimas, con un dolor físico en el pecho que también le aseguraban formaba parte de los síntomas del nombrado estrés postraumático. Daba vueltas en la habitación pensando en terminar con aquello de la forma más rápida y eficaz. Planeaba al salir de allí, una manera nueva para no fallar. Tres años transcurrieron de entradas y salidas al hospital, hasta que RM llegó con una luz a su vida. Creían haber visto a Jungkook trabajando en una mina a cuatrocientos kilómetros de allí, aunque al llegar ya no había rastros de él otra vez.

Ocasión que le daría la idea de contratar al detective de por vida, con un contrato de salario mínimo hasta que muriera uno de los dos. Fue así como se salvó. La idea de encontrar a Jungkook logró mantenerlo cuerdo durante los primeros meses fuera del hospital y RM se comprometió en la búsqueda más por la idea de mantenerlo vivo, que por un interés real de encontrarlo después de prescribir los crímenes. Las habilidades para desaparecer que tenía aquel chico eran increíbles, como si fuera capaz de adivinar cuando estaba siendo cazado.

"Los depredadores tienen la capacidad de sentir cuando están siendo presa". —afirmó el detective en una ocasión— No puede haber otra explicación que la intuición exagerada.

Su amigo ahora yacía en una cama de hospital, en coma, ¿Qué era aquello? Alguna coincidencia fatal o el destino obrando otra vez.
Contó las horas hasta que llegado el domingo, Lisa regresó echa un esperpento. Los ojos salidos de sus orbitas y la piel amarillenta y sudorosa. Jimin palpó su frente y descubrió que su temperatura bajaba de los límites normales. Alarmado fue hasta la habitación y la ayudó a tenderse en la cama. La cubrió con varias mantas.

—¿Me puedes contar qué pasó? —interrogó Jimin llevándole una taza de té caliente.

—Estoy mal, Jimin. —sollozó— Tengo diabetes crónica.

—Tiene tratamiento ¿Por qué te descuidas?

—Ya es tarde, ha afectado mis órganos. Tengo insuficiencia vascular en extremidades y una cardiopatía isquémica.

—Ósea que... —Jimin hizo una inspiración— ¿vas a morir?

—RM no va a despertar. Dice el médico que el choque contra el agua desde esa altura provocó un daño irreversible en su lóbulo frontal. Alguien lo sacó a tiempo y por eso sigue vivo, pero no va a despertar. —dijo ahogando otro sollozo.

—¿Eso dicen? ¿hubo algún testigo en el lugar del accidente? —las malas noticias no dejaban de llegar.

—Nadie hasta ahora. Temo que pase lo peor y que mis niños se queden solos. Con sus abuelos no ha habido la mejor de las relaciones.

—En ninguno caso ha sido culpa tuya. —afirmó Jimin sabiendo la historia de cabo a rabo.

Jimin se fue a la cocina y agregó azúcar al té que había preparado. La obligó a beberlo y luego avisó que debía hacer algunas gestiones, entre ellas pasar a ver a su amigo.

ℭ𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔰𝔢𝔞 𝔪𝔦́𝔬  ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora