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La investigación de esa noche lo llevó hasta la figura principal y dueño de la agencia el CEO Kim Seokjin, a quien no pudo reconocer, ni siquiera encontrar relación entre las fotos en las que se veían juntos, por más que se esforzó por recordar.

Antes de él mismo perder la memoria, había visto que ocurría en películas. Nadie conocido, ni siquiera lejano había pasado por una experiencia similar, así que pensaba en eso como algún recurso del cine y no como una enfermedad real hasta que él mismo lo estaba experimentando, pero ni siquiera eso podía recordarlo.

Cómo era antes o qué cosas le gustaban, eran preguntas básicas que se hacía cada día. Qué pasaría si era capturado por la policía sin poder recordar nada y sin un testigo que corroborara su inocencia. Era fácil sentirse abrumado en aquella situación, con tanto sucediendo a su alrededor y no ser capaz de hacer nada.

Guardó el teléfono debajo de la almohada y salió de la habitación en punta de pie para no despertar a Jungkook. Había estado durmiendo en el sofá convertido en cama desde que llegó a su casa y no lo había oído quejarse por esto una sola vez. No había intentado nada raro además de aquel abrazo y era algo que lo tranquilizaba.

La pelea entre el hambre y el orgullo lo habían mantenido despierto hasta casi la media noche. Escuchó los acompasados ronquidos de su compañero y decidió salir. Con la cabaña completamente a oscuras se desplazó palpando las paredes y esquivando obstáculos hasta llegar a la cocina y dar con la puerta del refrigerador. Abrió con lentitud y se prendió la luz, pero no hubo reacción del otro, todo bien hasta ahí. Exploró con la vista aun sin tocar y localizó lo que buscaba.

—Me dejó sólo dos cervezas. —murmuró— ¡que desgraciado! Y el pollo más chiquito de seguro.

—¡Saliendo a comer cuando se apagan las luces, como las cucarachas! —exclamó Jungkook.

Se había movido silencioso hasta quedar cerca de Jimin y el susto que le pegó fue mortal. Jimin saltó sobre sus pies y arremetió contra él en un remolino de puñetazos y maldiciones que lo hicieron volver a reír tanto que ambos terminaron riendo al final.

—Cucarachita blanca. —bromeó Jungkook mirándolo devorar una pierna de pollo en dos mordidas— Come rápido y vete a tu cuarto que mañana tengo que trabajar y necesito dormir.

—Estoy, ¿no me ves? —respondió Jimin sin dejar de masticar.

—Te comiste el pollo frío por tonto, estaba muy bueno mientras estuvo caliente.

—Todavía está bueno. —dijo Jimin metiendo mano a la cerveza— Qué sabes de Kim Seokjin, ¿Qué tipo de relación teníamos? ¿Es una buena persona? Tenemos muchas fotos juntos.

Jungkook se quedó pensativo unos segundos y el mecanismo echó a andar. Jimin estaba últimamente muy inquieto y haciendo muchas preguntas. Debía ser cuidadoso.

—Dicen los artículos sobre él que es muy rico, pero es una buena persona. Y por las fotos... vas a encontrar muchas más, es el dueño de la compañía donde trabajabas. Además, es normal que te veas a ti con personas que no recuerdas.

Las mentiras se habían empezado a amontonar una a una y pronto firmarían una montaña. Había pensado que, como en las películas tratar con quien que no recordaba nada sería sencillo, que una historia contada sería suficiente para llenar las lagunas, pero Jimin hacía demasiadas preguntas. Sin contar que el maldito internet estaba ahí para forzarlo a calzar una mentira con dos o tres más ¿Castillo de naipes se le llamaba? Un error regalarle un teléfono para comunicarse con él.

Todavía tenía tiempo, el detective no andaba más lejos de la verdad porque no era posible. Había visto eso muchas veces, al asesino regresar a la escena del crimen y mirar a los ojos al policía y este ni imaginar que tenía delante de él al perpetrador del crimen.

ℭ𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔰𝔢𝔞 𝔪𝔦́𝔬  ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora