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A las 5:00 de la tarde, que era cuando finalizaba el horario de Jungkook, Jimin lo esperaba en la misma entrada donde lo había recibido en la mañana.

Unas enormes puertas de vidrio giratorias separaban el exterior de la recepción. Había estado de pie unos minutos y luego entró y se sentó a beberse el sexto café del día para matar la impaciencia.

En un edificio de cuarenta y ocho pisos estaban distribuidas las oficinas por niveles, aunque no todo pertenecía a Seokjin. Las oficinas de los niveles más altos pertenecían a una compañía automotriz, que había ocupado parte del edificio como estrategia de ventas, vinculándose directamente con los bailarines y contratándolos en todas las publicidades de la marca.

Jimin había participado en innumerables campañas, con lo que hubo obtenido gran remuneración económica. Además de elegido como primer bailarín de la compañía, era también el rostro identitario de la popular marca de autos, más consumida entre los jóvenes de clase media alta.

De los trabajos extra que realizaba fuera del baile, el que menos le gustaba era las sesiones de fotos. Eran una pesadez, pero no rechazaba ninguna de las ofertas. Trabajaba sin descanso todas las horas que se lo permitía su resistencia.

Apreciaba a la gente que se sacrificaba y trabajaba duro aunque no tuviera talento, para él, el mérito mayor era la voluntad. No importa cuantas veces te salga mal, una te ha de salir bien.

Fue así como se educó ante las cámaras, viendo videos de bailarines famosos y copiando los movimientos que le parecían elegantes. O las poses y expresiones del rostro que le parecían sexis de los modelos. La mirada, su punto más fuerte, era un arte aprendido tras largos años de práctica.

Por eso apreciaba la dedicación con que trabajaba Jungkook cada día, a pesar de no ser más que un ayudante de vestuario. Se esforzaba en su trabajo y le quedaba tiempo para apreciar el arte.

Le daban de regalo a cada uno de los empleados de la compañía, dos boletos para todas las presentaciones. Jungkook por lo general los vendía una vez que se agotaban las entradas. Sólo las del día de la presentación de Jimin no era capaz de negociarlas por ningún dinero. Aunque no las necesitaba para ver a Jimin bailar, las conservaba como recuerdo de una temporada más trabajando juntos.

Jimin empezó a impacientarse cuando consultó la hora en su teléfono y vio que habían pasado catorce minutos y Jungkook no salía. Segundos después consultó la hora nuevamente hasta que lo vio salir del elevador. Caminaba junto a dos chicas del departamento de maquillaje. Su figura esbelta y apariencia desaliñada lo hacían sobresalir. Iba con la mochila de siempre pegada a la espalda como un caparazón.

—Hace horas que te espero. ¿Por qué has demorado tanto? —preguntó Jimin a modo de regaño.

—Estaba recogiendo la ropa de la lavandería. ¿Por qué, pasa algo?

—No pasa nada. —respondió Jimin amargado— ¿No te lo dijo Jin?

—¿No me dijo quien? —preguntó Jungkook desorientado ante el nombre familiar que no le era conocido.

—El CEO Seokjin. —Jimin bufó molesto— ¿No te dijo que tienes que hacer horas extra sin paga?

Jungkook negó con la cabeza. Me dijo que estaba a prueba dos meses y si cometía una infracción más me echaba a la calle.

Jimin murmuró una maldición.

—Bueno, el caso es que en ese período de prueba harás horas extra sin paga y yo me encargaré de ellas.

Jungkook quiso protestar, fueron sólo dos segundos los que estuvo aquella mirada de descontento en su rostro y Jimin pudo detectarla.

—Vas a acompañarme a un lugar y no quiero llegar tarde. Así que camina y no protestes.

ℭ𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔰𝔢𝔞 𝔪𝔦́𝔬  ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora