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Esa mañana Jungkook despertó con el sol pegándole directo en los ojos. La cortina en el suelo y la ventana abierta que olvidara asegurar la noche anterior. Se frotó el rostro con ambas manos intentando desperezarse al tiempo que se tiraba de la cama, todo en un intento de no perder más tiempo.

—¡Mierda! La alarma no sonó. —dio un traspié se golpeó en la espinilla y como consecuencia volvió a maldecir.

La alarma sí había sonado, pero como cada mañana la había vuelto a apagar para seguir durmiendo. Llevaba alrededor de un mes en que no podía conciliar el sueño antes de las 3:00 de la madrugada, a pesar de sentirse cansado y falto de energía durante el resto del día.

Sin más vestimenta que un calzoncillo estirazado y lleno de agujeros en la parte trasera, que conservaba como reliquia para dormir, salió corriendo a la cocina a preparar café "para llevar".

Otra vez no tendría tiempo para desayunar.

Se vistió apresurado. Una playera blanca de algodón. Estirada, pero de un blanco impecable debido a las habilidades adquiridas en el trabajo. Pantalones grises estilo jogger y una chaqueta de cuero, que así hubieran treinta grados Celsius no se separaba de ella. La tenía desde los diecisiete cuando se le metió en la cabeza comprarse una Harley Davison. Proyecto que quedó en la chaqueta. Sus botas estilo militar con los cordones sueltos, como vio en una película que hacían los fugitivos para agilizar la huida. Llevaban juntos alrededor de tres años y planeaba quedarse con ellas otros muchos más.

Se recogió los mechones de cabello que le caían sobre la frente para enjuagarse el rostro. El cepillo de dientes en el bolsillo para cepillarse en la agencia. Otra de las rutinas de la mañana que hacían los humanos antes de salir de su casa, pero que para él constituían eventos extraordinarios.

Había perdido casi cinco kilogramos desde que comenzó con "la obsesión". Se desvelaba en las noches y a la hora de levantarse empezaba la pesadez en los ojos. Apagaba la alarma casi de forma inconsciente. Faltando media hora para entrar al trabajo, corría apresurado hasta la parada del autobús que quedaba a diez minutos bajando la calle de escaleras. Quería vivir un día al menos en que no tuviera que repetir la misma odiosa rutina.

El trabajo como vestuarista en la compañía era agotador. Más cuando estaban en temporada de presentaciones, que tenía que quedarse hasta altas horas de la noche después de que los bailarines se retiraban. Parte del equipo de trabajo desmontaba y montaba escenografía y los vestuaristas recogían y ordenaban la indumentaria de sus bailarines a cargo. Mandaban el vestuario a la lavandería y se encargaban de tenerlo listo para la noche siguiente.

Después de una noche de presentación le daban a veces las 4:00 de la madrugada terminando de recoger. Se iba directo a la agencia. Dormía el resto de la noche en la caseta del guardia de seguridad, que ya le conocía la rutina. De haberse ido a su casa le habría tomado dos horas de ida y regreso. Sin contar el tiempo de tomar una ducha y comer alguna cosa. Sin contar que a esa hora los autobuses a veces simplemente no pasaban.

En días como ese, a las 7:30 antes de que la agencia se empezara a llenar, tomaba un desayuno y compraba un americano en la cafetería de la esquina de la agencia. Jimin llegaba de mal humor cada mañana. Suponía que lo que tenía era resaca después de una noche de presentación y de quedarse bebiendo con los demás bailarines toda la madrugada. Él le compraba café para suavizar y Jimin le agradecía con nada menos que una mirada.

Ahora iba corriendo escaleras abajo hacia la parada. Atravesó un parque lleno de árboles que en verano se llenaba de niños montando patinetas y parejas. Le gustaba observar a las parejas. Parecían dos partículas positivas girando alrededor de un núcleo invisible. Eso lo decían en química.

ℭ𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔰𝔢𝔞 𝔪𝔦́𝔬  ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora