- Extra -

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—¿Sabes cómo le llaman a los tipos como tú? — Jungkook negó con resignación. Era la tercera vez en el día que Jimin intentaba introducir el tema de aquella dedicatoria que lo dejara sin aliento el día de su reencuentro. Jungkook se levantó de la silla y comenzó a ordenar los platos para llevarlos a la cocina—. Inadaptados. Eso son. Naciste para ser un simple vestuarista. ¿Por qué no pudiste conformarte con eso? Tenías que joderme la vida, la de RM, la de esos niños que quedaron huérfanos, la pobre señora Park, la chica que murió de sobredosis —Jimin seguía en negación aún después de saber la verdad porque reconocer que la había asesinado, era demasiado para admitirlo en voz alta—.  ¿Quién se me queda? Ah, esa mujer a la que aseguras no haber tocado jamás, ¿acaso tu hijo es obra del Espíritu Santo? ¿Cuántos pecados es capaz de cometer un hombre en una sola vida?

—¿Qué quieres que te diga? ¿Que el accidente de tu amigo el detective fue provocado? ¿Que amé a esa mujer más que a ti porque me permitió ser padre de su hijo? ¿O que todo lo que hice no fue más que por maldad? No sueñes con eso porque jamás sucederá.

Jimin abandonó la sala para ir a meterse entre las sábanas aún revueltas por la actividad de la noche. Enfurruñado ante la actitud intransigente de Jungkook y sus constantes negativas de hacer esa confesión que le daría fuerzas para abandonarlo de una vez. La televisión había dejado de pasar imágenes suyas desde hacía meses. Nadie recordaba al bailarín que fuera secuestrado dos veces por la misma persona y mucho menos a su captor, por quien aún ofrecían una recompensa descomunal.

—Voy a salir a caminar para hacer digestión. ¿Quieres acompañarme? —preguntó Jungkook desde la puerta.

—Lárgate y no vuelvas más —refunfuñó Jimin y desbloqueó su celular para reproducir la misma canción de aquella coreografía que lo hiciera recordar todo el horror detrás de sus años felices.

—Sabes que eso no es posible. Jamás te dejaría, en cambio tú, tienes la posibilidad de irte. ¿Por qué sigues aquí todavía?

—¿Me estás pidiendo que me vaya? —Jimin se sentó en la cama y dejó el celular a un lado, listo para la pelea que desde hacía días venía cosechando.

—Voy a caminar, ¿vienes o no? —insistió Jungkook sin dejarse provocar por el malhumor con el que debía lidiar de manera esporádica.

No todos los días eran grises. Jimin era el mismo que conoció en la cabaña hacía mucho tiempo atrás, pero más mimado y malgenioso. Los años incluso lo habían vuelto peor. Ahora sus palabras eran incisivas y cortantes, a veces con la intención de herir, para que en una explosión de ira dejara salir todo aquello que llevaba ocultando más de veinte años. En el fondo sabía que Jimin sabía, aún así jamás se arriesgó a contarle más de lo que creía que podía asimilar. Todo por amor.

No eran necesarios los cómos en aquella historia, sino los porqués. Cómo logró ocultarse durante veinte años, cómo fue que apareció en su casa para verlo en aquella noche de lluvia y cómo Jimin despertó desorientado al notar el trillo de arena mojada sobre el césped de la entrada. O cómo solía vigilar su academia a la hora en que sabía que terminaba de trabajar. Lo vio reunirse con hombres a escondidas de todos, menos de él, que conocía cada uno de sus movimientos. Jimin era un hombre rutinario. Aventuras de una noche en las que jamás intervino, porque sabía que serían relaciones tan fugaces como una lluvia de estrellas.

La marca de su locura había quedado grabada en aquella piel como hierro candente, dolorosa en los inicios de una manera insoportable. Se había ido desvaneciendo con el tiempo y esta brecha le había dado la posibilidad de retomar su trabajo y vivir la vida de una persona normal a los ojos de la sociedad. Aunque siempre hubo el malintencionado que sacara en los titulares algún reporte amarillista sobre los solteros más codiciados, y entre ellos siempre figuraba el nombre de Jimin, como recordatorio de su "condición" de soltero.

ℭ𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔰𝔢𝔞 𝔪𝔦́𝔬  ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora