- Epílogo uno -

1.4K 166 26
                                    




Park Jimin dedicó más de la mitad de su vida a la danza contemporánea. Ahora con cuarenta y seis años es director e instructor principal de su propia academia. Fundada con la colaboración de su antiguo manager, doce años antes.
Considerado en su tiempo como uno de los más talentosos exponentes de ese género danzario, presumía abiertamente de sus múltiples premios. Sus pocos cercanos lo toleraban y hasta les llegó a parecer graciosa la personalidad infantil y mimada de Jimin, pero su autosuficiencia logró exasperar a más de un medio amarillista, ganándose en varias ocasiones comentarios burlones que circularon por el internet durante semanas y en cierta ocasión el abucheo de todo un salón de clases de estudiantes de 7mo grado.

Impulsado por su socio, se ofreció en un centro escolar de adolescentes sin amparo filial, a llevarles una charla sobre la vocación y dedicación para llegar a ser un artista exitoso. Comenzó hablando de sus propios logros obtenidos a través de la danza y de cómo el esfuerzo y el trabajo duro y constante siempre es recompensado con el éxito.

El grupo iniciador de conflictos que está siempre al final de los salones, hizo eco en las palabras de Jimin: "Dice mi papá que ese baile es para maricas". Jimin enmudeció y duramente pudo disimular la decepción y la rabia. Cuando fue capaz de retomar el discurso fue para elaborar una despedida rápida, con la excusa de un incidente repentino en la agencia y dando un portazo salió de allí. Determinado a no hacerle caridad a nadie más.

"La gente pobre era además, malagradecida y grosera".

Un juicio que lanzó sin el menor remordimiento, olvidándose de sus propias raíces de clase baja. La beneficencia no era uno de sus dones. Tendrían que encontrarle otra manera de quedar bien con la sociedad frente a las cámaras.

Habiendo sido centro de atención de la prensa durante mucho tiempo, aún no se desacostumbraba. Había elegido vivir en las afueras para privarse de recibir visitas y de los miedos que lo acechaban después de diecisiete años.
Sus 173.4 centímetros de altura eran suficientes para albergar proporcionadamente encanto y mal carácter. Este último reforzándose cada año a medida que perdía juventud.

Aunque de costumbres pulidas por las exigencias de la industria, no había que olvidar su procedencia humilde. Park era un apellido bastante popular con más de cuatro millones de personas usándolo, pero cada venturosa familia que lo llevaba se encargaba de registrar el paradero de sus ancestros, por al menos los últimos doscientos años. A los Park de Sungyeon no hubo muchos que pudieran ubicarlos y algunos por cortesía en algún momento fingieron conocer el nombre del pueblito donde creció y donde ahora se levantaba su academia.

Muchos críticos habían contribuido a ensalzar su ego, llenándolo de halagos en artículos de revistas de arte durante años, haciendo énfasis en su talento natural y cómo era merecedor de cada uno de los premios obtenidos a lo largo de su carrera como bailarín. Conservaba el título de bailarín por excelencia de la real compañía de danza de Seúl, aunque hacía años no bailaba seguía formando parte de ella, debido a la numerosa lista de contribuciones que había hecho a la cultura del país.

Era innegable que poseía un talento natural para el arte y desde temprana edad sus padres notaron una inclinación innata por la danza. El padre de Jimin, un tipo machista y de concepciones arcaicas, era de la popular creencia de que ese baile era de maricones y quizás la vida le tenía sus aciertos reservados en cuanto a eso, aunque nada tuviera que ver una cosa con la otra.

Por otro lado, la madre era dos años mayor que el esposo. Una mujer sumisa, pero con un amor inmenso e inagotable por su único hijo, que parecía desde pequeño encapricharse en todas las cosas que a su padre le parecieran mal.

En esa época solía reunirse con otros seis chicos en un teatro en reparación a ensayar y una tarde cuando salían su padre lo esperaba en la entrada. Lo abofeteó delante de los demás y repitió lo que ya le había gritado tantas veces.

ℭ𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔰𝔢𝔞 𝔪𝔦́𝔬  ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora