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Tan pronto como el reloj dio las cuatro, Hajime salió corriendo del café sin hacer apenas un gesto y despidiéndose de sus compañeros de trabajo. Potente, pero el golpeteo de su corazón contra su piel, músculos y huesos,fue suficiente para amortiguar el ardor de su ruptura con las normas sociales.

Acelerando sus pasos a una caminata rápida, apenas a punto de ser etiquetado como una carrera, Hajime se dirigió a la estación de tren. En un tiempo récord llegó, sentado con la mirada pegada a las puertas, viendo pasar los andenes.

Su teléfono, al que Hajime apenas había echado un vistazo, permaneció en silencio sin ningún mensaje de Kuzuryuu o Komaeda. Metiendo su teléfono en su bolsillo, mantuvo su mirada en las plataformas, sólo se puso de pie cuando su estación llegó. Al bajar, se dirigió por el camino familiar hacia la entrada más cercana a la casa de Kuzuryuu.

A diferencia de la última vez que no había coche, Hajime caminó, disfrutando del paisaje mientras cambiaba de negocio a residencial. El zumbido de la gente y los negocios se desvaneció y fue reemplazado por la calma de las personas que querían vivir en silencio su vida privada.

Dando la vuelta a una esquina, Hajime pronto vio la residencia de Kuzuryuu. Tocando la campana de la entrada, esperó a que el intercomunicador se activara, la estática cubrió la voz del otro lado.

-¿Hola? -Hajime no reconoció la voz del otro lado. Debe ser uno de los miembros del clan de Kuzuryuu.

-Soy Hinata Hajime.

-Un momento, señor.

La puerta zumbó y se abrió lentamente para él. Hajime se quedó atrás y esperó a que la puerta estuviera completamente abierta antes de entrar, haciendo una línea recta hasta la entrada. En la entrada estaba Natsumi, su pelo rubio recogido en una cola de caballo, con una camisa rosa pastel y pantalones cortos negros.

-¡Hey Hajime! -Ella saludó mientras él entraba, quitándose los zapatos.

-Hola Natsumi.

-Nos encontraremos en la sala de reuniones -Natsumi enfatizó con un brillo en sus ojos-. ¡Tan importante! Es casi como si estuviéramos llevando a cabo un asunto oficial.

-Casi -musitó Hajime-. Supongo que en cierto modo lo estamos haciendo.

-¡Oh, tan misterioso! -Natsumi giró sobre sus talones, dirigiéndose al final del pasillo-. ¡Fuyuhiko no me dijo nada ayer, ni siquiera una indirecta!

-Lo sabrías si te hubieras quedado para nuestro último encuentro.

Natsumi refunfuñó.

-No eres divertido. Pero supongo que puedo participar en esta reunión, ¿no?

-Pregúntale a Fuyuhiko.

-Suenas como un padre diciéndole a su hijo que le pregunte al otro padre.

-Oh, vamos, ya cállate.

Se rió y se detuvo delante de una puerta, abriéndola con demasiada fuerza. Dentro estaba sentado Kuzuryuu, con un traje, Pekoyama, con otro precioso kimono, y un hombre que Hajime no había visto antes. Tomándose un momento para mirar, vio la palidez de su pelo sólo más pálido con el blanco de su traje.

Lo único que no era blanco en él era su corbata -con un diseño negro en forma de remolino-, y los ojos azules que bajo la luz parecían de un violeta imposible. Estaba sentado completamente quieto y formal, con la mirada apenas parpadeando a Hajime y Natsumi. Si tenía que adivinar, este hombre era Munakata, el líder de la Fundación del Futuro.

-¡Discúlpenos! -Natsumi rió cuando entró, cayendo pesadamente por Pekoyama, agarrando un senbei y masticándolo-. He traído a Hajime aquí.

-Gracias, Natsumi -Kuzuryuu medio suspiró-. Hajime, me alegro de verte. Por favor, siéntate.

I can't kill you (so we must be destined to be together)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora