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Cap(3/3)
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Subió los escalones de dos en dos mientras bostezaba. En una de sus manos llevaba una bolsa de papel con bollos de canela calientitos que había conseguido en su camino hasta aquel edificio. Probablemente era bastante tonto estar ahí a las seis menos cuarto de la mañana. ¿Pero qué más podía hacer si Gus no le dejó otra opción?

Luego de hablar con Leo y recibir un poco de sentido común, se dispuso a llamar al rubio. No le respondió como era costumbre, tampoco lo hizo al día siguiente y Zach ya estaba un poco harto de que le hicieran la ley del hielo. Y por eso se vio obligado a ir tan temprano e interceptarlo en su apartamento. Sospechaba que si le daba más tiempo, Gus se las arreglaría para evadirlo por el resto de la eternidad. Después de todo era bastante escurridizó cuando se lo proponía.

Además luego de contarle a su madre lo que sucedió, ella dijo algo que se sumo a lo que Leo ya le había planteado:

—Santo cielo, no puedo creer que su abuela haya estado internada por todo un año y no me haya dado cuenta — su madre se había llevado las manos al pecho bastante afectada— Debió ser difícil para él lidiar con todo eso, solito.

—No tenía por qué estar solo. Pero así lo quiso— se había encogido de hombros todavía un poquito resentido.

—Se que te molesta, mi amor— su madre se acercó a donde estaba sentado y le acarició el cabello. — Siempre has sido muy protector, es una de tus mejores cualidades. Pero velo desde su punto de vista, no quería mostrarse débil. Han sido él y su abuela por años. Y ya sé que pudo contar contigo y todo eso, pero no es fácil mostrar debilidades. Solo piénsalo, a ti no te gusta que te vean sufrir a causa de tu padre...

—No es lo mismo.

—¿No lo es?— Sidney lo tomó por las mejillas y le besó la frente— A mi no me engañas. Me he dado cuenta de lo mucho que aun te afecta

Y ella tenía razón. Pensar en ese idiota le molestaba de sobremanera. En la superficie no era más que enojo al saberse llevando la sangre de un poco hombre que no solo se las arregló para engañar a su madre, sino que era un tipo pretencioso y a veces despectivo en su trato. sin embargo si ahondaba un poco más en sus sentimientos, encontraba el dolor y la tristeza de saber que no importaba si se parecía a él, si Zach era bueno en los deportes, si era inteligente, jamás sería para su padre más que "el hijo de la otra". Eso, por supuesto, no se lo había dicho a nadie, ni siquiera a Sidney, era solo que ella sabía leerlo demasiado bien.

—Sigue sin ser lo mismo— murmuró obstinado.

—Superficialmente no, pero hay dolores que el fondo son iguales. Dolores que nos cambian, solo que algunos más que a otros— había tanta verdad en sus palabras y se parecía tanto a lo que Leo había dicho que resultaba difícil de ignorar. —Ahora bien, sé que estás dolido pero lo peor que puedes hacer en este caso es alejarte. Si lo haces, solo lograrás que Gus piense que todos estos años que has insitido en seguir siendo amigos, no significaron nada.

Y fue eso lo que le empujó a ir tan temprano a casa del rubio, porque no podía dejar que pasara más tiempo y Gus creyera que ya no le importaba. Porque lo hacía, porque nunca dejaría de hacerlo.

Tocó el timbre y esperó. Sabía que no obtendría una respuesta inmediata porque era temprano, así que después de cinco minutos volvió a presionar el timbre y luego otra vez hasta que escuchó maldiciones viniendo del otro lado. Sep, Gus nunca había tenido un buen despertar. La puerta se abrió de golpe.

Mi Única Adicción (Suerte #7.8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora