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Cap (3/4)

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Dua Lipa & Angèle —Fever

Después de un par de horas en esa fiesta, Gus se preguntaba porque siquiera las habían inventado. Eran una jodida perdida de tiempo. Es que para él las fiestas universitarias no tenían sentido alguno. No eran más que alcohol por montones, idiotas haciendo el ridículo y parejas follando en el primer lugar disponible que encontraran. Hizo una mueca cuando en la esquina de la piscina, cerca de donde estaba sentado, un pareja demasiado entusiasta empezó a darse el lote como si no hubiera un mañana. En cuanto se dio cuenta de que la falda de la chica flotó sobre el agua, Gus decidió que era hora de irse.

Se traslado al otro lado del extenso patio consiguiendo una cerveza en el camino. De no ser porque las ventas habían estado más que bien esa noche, se hubiera largado antes. Probablemente debería ir adentro y dar otra ronda en busca de más de sus clientes, más no lo hizo. Estaba tratando de evitar a cierta pareja en específico. El por qué,  no lo sabía ni el mismo.

Más temprano, mientras se movía por la casa vio a Leo entrar y deambular saludando a algunas personas. El plan había sido ignorarlo porque pues, era lo mejor. No tenía ganas de lidiar con él aquella noche. Eso se fue al carajo cuando lo vio en el patio, siendo incomodado por aquella pequeña chica. No supo explicar por qué sintió un ramalazo de enojo al ver esas femeninas manos tocando a Leo, manteniéndolo cerca cuando era obvio que el chico quería todo menos eso.

Así que se encontró yendo hacia ellos antes de pararse a pensar. Cuando su cerebro se puso al día con su cuerpo, ya tenía sus manos en la cintura de Leo. Quiso reirse de si mismo en es momento, en cambio lo llevó adentro porque algo en su interior decía «Ponlo a salvo, ponlo a salvo» esa vocecita se repetía una y otra y otra vez. Y no se calló hasta que Cass apareció luciendo como un maldito sueño húmedo.

Era una mierda confusa en la que no quería pensar. Por eso había estado evitándolos. Le dio un trago a la cerveza y luego hizo una mueca, no estaba demasiado fría y sabía horrible. Así que la dejó en el suelo y se empujó hacia el interior, quizá en la cocina todavía quedaran unas cuantas en la hielera. Justo en la puerta que daba a la casa se topó con un rubio de ojos verdes. Era solo un par de centímetros más bajo que Gus. Era Randy, el quarterback de los osos.

—Ups, lo siento— el chico le sonrio.

—Descuida— Gus se hizo a un lado dejándolo pasar, pero antes de que el chico lograra salir del todo, un tipo de cabello oscuro lo alcanzó tomándolo de la cintura.

—¿Hey, ángel a dónde vas? — preguntó el de cabello oscuro.

—A buscar a nuestro novio. Estaba afuera hablando con algunos chicos del equipo— Randy rodó los ojos— Ya los dejé tenerlo demasiado. Es hora de llevarlo a bailar.

—Bueno, me gusta el plan, vamos por Anderson.

Ambos salieron al patio entre besos, risitas y arrumacos. Gus debió haberse ido, pero no pudo apartar su mirada hasta verlos llegar a un alto imponente chico de cabello castaño clarísimo. El chico de cabello oscuro envolvió sus brazos en la cintura de Anderson Cormack y Randy se acurrucó a su costado con una brillante sonrisa. Anderson sonrio dando un beso al rubio y luego giró el rostro para besar al chico que lo abrazaba por la espalda.

Mi Única Adicción (Suerte #7.8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora