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Capítulo (3/3)

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El despertar de aquella mañana no fue abrupto como solía ser cada día con el incesante sonido de la alarma en su teléfono. No, esta vez fue un despertar suave y tan agradable que no pudo hacer más que suspirar mientras unos suaves y cálidos labios se presionaban contra su nuca y un lado de su cuello. Puede que solo hubiera pasado poco más de una semana desde que empezó aquella relación con dos chicos, pero Leo ya era capaz diferenciar el toque de cada uno y por eso no dudó en afirmarse a si mismo que aquella juguetona boca que estaba tratando de despertarlo, era de Gus.

Zach debió haberse levantado al baño en algún momento y Gus había tomado su lugar. Fuera como fuera, esas caricias se sentían bien. Y se sintió aun mejor cuando además de la traviesa boca, una intrepida mano se coló bajo su camiseta acariciando su abdomen de manera lenta enviando un cosquilleo por todo su cuerpo.

—Gus— susurró para luego morder su labio inferior.

—Mmm, despertaste. Diría que me siento culpable por eso, pero sería una mentira— eso fue acompañado de una risita maliciosa que erizó su piel de la manera más agradable posible. Como reacción, Leo empujó su trasero contra Gus, topándose con la dureza que evidenciaba lo mucho que el rubio estaba disfrutando despertarlo de aquella manera. —Oh Malvavisco, te recomendaría no hacer eso.

—¿Por qué?— volvió a empujar hacia atrás.

—Porque me tienta demasiado.

Leo no tenía experiencia en cuanto a sexo se refería e incluso las veces que se había masturbado y lo había disfrutado, podía contarlas con los dedos de una mano. Sin embargo en aquel momento se sentía bastante acalorado, se sentía bien. Por eso meció sus caderas hacia atrás tarareando excitado cuando Gus igualó sus empujes. Dios, se sentía demasiado bien.

—Leo— la voz del rubio se había tornado un poco ronca y la mano bajo su camiseta ahora había descendido un poco más, hacía la cinturilla de su pantalón de pijama, uno que estaba lleno de patitos. —¿Puedo tocarte un poco más?

—Sí— cerró los ojos y volvió a morderse el labio inferior, entonces la mano de Gus se deslizó dentro de sus pantalones y Leo soltó un jadeo.

—No estas usando ropa interior — murmuró en su oído para luego dejar un cálido beso y un suave mordizco.

—No creí que fuera necesario.

—Umm, me gusta como piensas.

Esa hábil mano se encargó de bajar la prenda hasta la mitad de sus muslos y luego volvió para envolverse en la base de su erección robándole otro jadeo. Con Zach no habían llegado tan lejos y era entendible. Por un lado estaba Leo que no sabía demasiado sobre sexo y luego estaba Zach que jamás había tenido sexo con un chico. Por lo que ninguno de los dos era especialmente aventurero en el tema. Y justo ahí, con la mano de Gus dando esas lentas caricias que estaban haciendo estragos con él, Leo se dio cuenta de que necesitaban eso, necesitaban a Gus enseñándoles, ayudándolos a adaptarse, a disfrutar.

Los besos a su cuello volvieron, húmedos, sensuales. Giró levemente el rostro y Gus encontró su boca, atrapando su labio inferior, succionándolo al ritmo de las caricias de su manos. En cuestión de segundos Leo estaba gimiendo y empujando su erección en el puño del rubio.

—¿Te gusta esto?— preguntó Gus.

—Sí, por favor no te detengas.

Ni siquiera tuvo que esforzarse o concentrarse para sentirse bien como le pasaba cada que intentaba masturbarse. No, en cambio estaba disfrutando, con la mente felizmente en blanco y todos estos destellos de placer que recorrían su cuerpo convirtiéndolo en algo increible.

Mi Única Adicción (Suerte #7.8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora