Los bordes de oro tejidos alrededor del espejo de su habitación resplandecen cuando los delicados rayos de sol atraviesan la ventana.
La primavera había llegado finalmente, siendo cálida y comprensiva con la reina, quien mira su reflejo parpadear ante el vestido violeta con ribetes plateados.
Es hermosa.
Su cabello trenzado hacia un lado le da un aspecto juvenil. Mucho más de lo que ya es.
Los años pasan en el castillo, pero la reina se mantiene estoica y bella como a los quince años. Ha dejado de importarle las banalidades que tan solo envejecen el alma.
El rey entra a su habitación sin solicitar permiso.
Quizá la inesperada visita a su esposa debía sorprenderla. No lo hizo.
—Buenos días, su Majestad. —Saluda ella conservando su mirada cautiva en el reflejo del rey. El elegante traje púrpura se ciñe sobre el fornido dorso de su esposo, sus ojos color esmeralda centellean, rogando atención—. ¿Qué lo trae por aquí tan temprano?
Él se acerca a la reina, sonríe de lado y besa su sien. Mira sus reflejos junto con ella, un velo de nostalgia cubre sus rostros cuando sus miradas se encuentran en la superficie cristalina.
—Luces hermosa esta mañana.
—Trato de hacerlo siempre para mi rey. —Ella parpadea lento. Sus pestañas acarician sus pálidas mejillas no carentes de vida o juventud, pero sí del rubor que ha hechizado al rey—. He notado que su majestad ya conoce a lord Tomlinson.
—Es... encantador.
—Claro que lo es. —La reina sonríe con cariño, recordando tardes en la biblioteca y bailes primaverales—. Me complace saber que es de su agrado.
—Por favor. Sabes que no soporto que me hables así.
La sonrisa no abandona el rostro de la monarca cuando se gira y mira a su esposo. Toma su rostro entre sus manos, recorriendo la marcada mandíbula con el dedo que portaba su anillo. Besa sus labios con la delicadeza que porta desde el día que nació.
—No podría ser de otra forma, Su Majestad.
Se aleja de él. Se escurre lejos de su alcance siendo esta una señal.
Él debe salir.

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El rey ha muerto
FanficSilencioso y mortífero como el puñal en su mano. Nadie lo ha visto rondar entre los pilares de un hogar roto. Él tan solo acecha en la oscuridad seductora como sus caderas, sus labios venenosos susurran secretos falsos. Cuando el alba se presenta, l...