El rey ha muerto

5. El Príncipe.

Lo mira cabalgar con el traje ceñido y porte real. El rey a su lado comenta lo interesante que ha sido la caza.

La compañía del rey siempre es amena, cálida.

Lord Tomlinson sonríe cuando el príncipe baja del caballo y lo saluda con un asentimiento. Su mirada acusatoria tan solo lo divierte y la risa del rey le permite asentir con descaro a sus palabras.

En cuanto el rey se aleja, su halo de paz lo hace también. Él solo lo mira y suspirando le indica que diga aquello que tiene que decir mientras su padre se encuentra lo suficientemente lejos para desvincularse de la conversación.

—Sé lo que estás haciendo. Todos lo saben.

—Hay muchas cosas que la gente sabe. —Lord Tomlinson emprende su camino fuera del establo seguido por el príncipe—. Hay otras tantas que nadie dice.

—¿Por qué?

—Siempre es un placer verlo, su alteza. Espero poder acompañarlo a cazar cualquier otro día.

El príncipe parpadea con desconcierto al escuchar su respuesta evasiva y verlo alejarse. El rey está tras él coloca su mano en su hombro.

—¿Acaso no es encantador? Una caja de sorpresas.

—Sí.

—No estás enojado ¿o si? —A veces, solo a veces, el príncipe odia ser tan transparente—. Es sólo una cacería. No dejes que te afecte.

—Es un buen cazador.

—Uno nato. —Estuvo de acuerdo el rey cuando entraron en el palacio nuevamente—. Pero sigues siendo el príncipe.

—Lo soy.

—He de ir a prepararme para la cena. Deberías hacer lo mismo.

El príncipe lo vio irse con ojos entrecerrados. Hace tanto tiempo que su padre no lo acompañaba a cazar, y eso no le parece lo suficientemente intrigante como la figura de Lord Tomlinson bajando las escaleras con garbo y elegancia, únicas cualidades de quien pertenece a la realeza y no necesita una corona para demostrarlo.

Pasa a su lado y apenas se inmuta, sin embargo, su pecho se eleva con su respiración agitada cuando se abandona lejos de la presencia del noble.

El príncipe sabe lo que ha estado haciendo.