9. El Juego.

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Vaga libremente en el salón. Su rostro en alto y aura juguetona atrae la mirada de nobles y plebeyos.

Lord Tomlinson llega hasta la biblioteca, la reina espera por él.

—¿Cómo ha estado su paseo esta tarde, su Majestad? —Pregunta en cuánto la ve, sentada cerca de la ventana que muestra los establos. Se sienta frente a ella y la reina le sonríe.

—Ha sido ameno, mi lord. —Asiente ella y mira a su alrededor. Dos de sus damas se encuentran lo suficientemente lejos para darles privacidad—. Siempre es un placer verte, Lou.

—Lo mismo digo, Liz. —Responde el lord, siendo la primera vez desde su llegada que podía sentirse familiar—. ¿Le has visto?

Ella desvía la mirada hacia el establo. El príncipe regresa de su cacería montando su caballo blanco.

—Sí. Muy distraído en estos días. —Asiente ella hacia el tablero sobre la mesa, las piezas ya han sido movidas. El juego ya había comenzado—. ¿Gustas una partida?

Louis mira el tablero con detenimiento. La reina es una experta en el campo. La partida ya estaba ganada, mucho antes de que él se presentara como oponente.

—Tal vez otro día. Soy un pésimo jugador. —Confiesa ante ella.

Ella sonríe y mueve a su reina, ganando una partida contra ella misma que sólo ella podría ser capaz de perder.

—Debes mejorar, me temo. Siempre es bueno tener un digno oponente.

Louis sonríe para ella, sus ojos se deslizan hacia el collar en su cuello. Los diamantes brillan con resplandor propio.

—Sin embargo, no le encuentro sentido a continuar un juego cuando ya ha sido dictado el veredicto. —Louis desvía la mirada de vuelta a los establos—. Sé reconocerlo desde antes de empezar. Sé cuando retirarme.

—Sabias palabras, Lord Tomlinson. —Sigue el camino de su mirada y llama la atención de su primo con aquella sonrisa que nunca abandona sus labios. Una grácil mueca que pasa desapercibida entre las viperinas criaturas de la corte—. Lamentablemente no puede retirarse hasta que todo se haya dicho. No sería una partida justa.

—La justicia es una falacia cuando el jugador conoce el siguiente movimiento de su oponente, Majestad.

Ella acaricia su mejilla con la delicadeza de los rayos de sol.

—Entonces mi consejo, si me permite darlo, es voltear el tablero.

El rey ha muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora