16. Los Celos.

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Los narcisos se ven exquisitos durante esa mañana. Louis ha puesto un par en su mesa de noche junto a su cama. Se mira en el espejo y ladea la cabeza, una marca rosácea está a punto de desvanecerse.

Mira la puerta abrirse y suspira sabiendo lo que sigue.

Luego de la conversación en el comedor es víctima de atención que no necesita. Y aunque le resulta bastante interesante, Lord Tomlinson halla en la mirada del duque un destello de algo más oscuro. Y el Lord sabe reconocer a un rival cuando lo ve.

Ojos verdes y labios carmesí siempre a su alrededor, buscando una grieta, tal vez un descuido para decorarlo de inmediato. Agradece que el par que lo mirn desde el umbral no le pertenezcan.

—¿Has hablado con la duquesa? —Le pregunta el príncipe acercándose.

Louis mantiene su mirada en el espejo, revisa la marca una vez más y para cuando se gira, está demasiado cerca del príncipe. Retira un par de rizos marrones de su rostro y sonríe con su mano acariciando su mejilla.

—¿Por qué desea saber eso, alteza? Hay cosas mucho más emocionantes que podríamos platicar. —La mano de Louis abandona su rostro—. O no hablar en absoluto.

El príncipe toma su mano antes de que la baje, sus ojos se desvían hacia la marca en su cuello y aprieta ligeramente su muñeca.

—Dijiste que no volverías a hacerlo.

Louis mira los ojos del príncipe. Un tono diferente de verde ahora ocupa sus sueños, y Louis no puede estar más encantado.

—Hay muchas cosas que yo deseo y otras más que no puedo obtener. —Lo mira con una sonrisa ladeada—. Y otros caprichos muy descabellados que, sin embargo, sí obtuve.

—No me interesa el trono. —Su mirada continúa perdida en la base de su cuello y Louis ladea la cabeza aún más, a propósito.

—¿Debí dejar que el duque se sentara en él, alteza? —Pregunta con su habitual tono meloso, que hechiza a quien lo escucha y es un asesino silencioso—. ¿Con todos los privilegios incluidos?

El príncipe sabe que no es verdad y aún así gruñe en respuesta.

Louis siente las manos del noble recorrer su cintura y detenerse en sus caderas. Tira de él cuando se deshace del cinturón y permite que la parte superior de su traje se deslice hasta sus pies. Acerca su boca hasta las clavículas del noble que se estremece como cada vez que sus labios rozan esa zona.

—Voy a eliminarla. —Balbucea mientras besa, muerde y lame. Louis se deja por completo cuando su espalda descansa sobre el colchón y el cuerpo del príncipe se cierne sobre él. Las caricias son delicadas a pesar de su demanda, él siempre le ha tocado con devoción—. Dejaré nuevas para que lo olvides. Escribiré mi nombre en ti.

Louis se retuerce debajo de él.

—Lo que desee, su alteza.

Los narcisos se ven exquisitos durante esa mañana, sin embargo, son las rosas las que desea admirar cada mañana.

El rey ha muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora