Daniela
Estaba en mi habitación a punto de dormir cuando escuché un bip sordo en la mesa de noche. Con más fuerza que ganas me levanté para contestar el radio y noté el botoncito rosa parpadeando. No lo pensé dos veces y contesté, pero no escuché nada y busqué como loca los audífonos.
— Aquí te espero hasta que quieras. — Escuché la voz rezongona de Diago demasiado dentro de mi cabeza. Sonreí.
— No tenía los audífonos a la mano ¿Todo bien? — Pregunté con un poco de preocupación.
— Sí, tengo que contarte algo ¿Podemos vernos? — Preguntó despreocupado.
— Claro, te veo en tu habitación. — La contestación salió de mi boca antes de que mi cerebro la procesara.
— ¡No! Hoy el clima no está mal ¿Te parece si nos vemos en la puerta del laboratorio? —
— Espera, están tocando. — Abrí la puerta y ahí estaba Santiago con su genial sonrisa.
Me invitó a caminar; algo nada raro.
En Calipso normalmente tomábamos caminatas por la noche y hablábamos de cómo nos había ido en el día, pero acababa de quedar con Diago.
Decliné su oferta y quedamos en vernos en el desayuno. Me sentí un poco mal porque quería que se fuera para poder salir corriendo a encontrarme con Diago. Tenía esa impaciencia gritándome que necesitaba verlo. Tomé mi chaqueta y salí de mi habitación con sandalias y pantalón de pijama.
Cuándo llegué al laboratorio Diago ya me esperaba. Era increíble lo mucho que cambiaba su aspecto de cuando llevaba su uniforme café ceñido con fornitura y arma a cuando vestía pantalones sueltos y sudaderas holgadas. Se veía tan relajado, incluso más joven. Me recibió con una sonrisa deslumbrante.
— Hola. — Saludó despreocupado.
— Hola. — Contesté con una mueca. De pronto fui consciente de que mi cabello debía estar despeinado y me apenó verlo a él tan pulcro.
— Te tengo noticias. — Agregó meciéndose hacia adelante y hacia atrás.
— ¿Cuándo nos vamos? — Pregunté sonriente. Era curioso como ya no me molestaba tenerlo cerca, por el contrario, me sentía cómoda.
— El viernes. — Contestó sin más con esa sonrisa hermosa. ¡Sonrisa hermosa! ¿Yo dije eso? Solté un gritito agudo y me tapé los ojos para ocultar mi vergüenza.
— Estás loca. — Dijo negando con la cabeza. — Vamos, caminemos. — Dio la vuelta y comenzó a andar. Lo miré un par de segundos y lo seguí.
— La noche es realmente hermosa. — Solté mientras miraba al cielo. Él levantó la mirada y luego se detuvo y me miró fijamente.
— Siempre he querido preguntarte ¿Qué le ves de hermoso al cielo? ¿Si sabes que es falso? Es solo una programación del sistema de Calipso. — Argumentó seriamente.
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FUGAZ - La noche de las estrellas rojas
Science FictionCuándo desde el otro lado del mundo decidieron bombardear al país vecino, se olvidaron de los daños colaterales. Al principio, todos pensaban que mantenerse al margen de los problemas de las grandes naciones, era el mejor modo de sobrevivir. Lo cie...