Capítulo 39

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Tanny

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Tanny

Llegué a la aduana de la antena en el sector 053 con más miedo que ganas. Atrás había dejado el que siempre fue mi hogar y la única familia que tenía.

Daniela Ortega había sido mi amiga desde que yo recordaba y aunque no era la persona más amable en Calipso, lo cierto es que a mis ojos, era fantástica y además no me veía como un bicho raro igual que los demás niños.

Yo fui parte del programa de reproducción selectiva de genética.

Si no saben lo que es eso, les daré un ejemplo: Conocen los establos donde se ordeña la leche que se distribuye a los poblados oficialmente establecidos. Si, esos lugares donde engordan a las vacas y día tras día les quitan la leche con tubos que succionan el líquido y lo pasan a través de una máquina que lo pasteuriza.

Bueno, pues justamente es lo mismo que hacen con los hombres y mujeres fértiles que logran recuperar.

Pertenecer a la división de genética solamente es un estatus que parece ostentoso mientras seas científico, médico, virólogo o investigador genético o lo que sea que les haga portar la maldita bata blanca.

El resto, somos conejillos de indias. Somos pinchados, cortados, estudiados y sobajados hasta que no tenemos nada más que ofrecer.

Por suerte, soy infértil y por eso no estoy atada a tubos que en lugar de obtener leche, obtienen mis óvulos, porque no sirven, están tan secos como la conciencia de todos los que de algún modo participan en ello.

No me costó trabajo adaptarme a mi nueva sección. Los chicos eran amables, desinhibidos y poco a poco me fui ganando el derecho de entrenar al lado de ellos. Aunque oficialmente pertenezco a la división de defensa, pasaba mucho más tiempo con los chicos de combate y suministros.

Cuando conocimos al líder de Poseidón, pensamos que sería algo así como un capataz barrigón, mal encarado y culero que nos usaría de sirvientes.

¡Sorpresa!

Damián Díaz si era un culero, pero al menos era guapo y accesible.

Fue divertido entrenar con él.

Tenía un especial modo de decir las cosas y justificar su arrogancia, pero vamos, con esa cara y ese trasero, yo le perdonaba cualquier estupidez que dijera, porque he de admitir que Damián, no tenía las mismas habilidades sociales que su hermano Diago.

Pero los dos estaban igual de buenos.

Como sea, no los aburriré contándoles cosas que seguramente suponen y si no, de todas maneras no hay forma de cambiarlas así que a lo que vamos.

Aquella tarde cuando salimos a patrullar, a menos de diez kilómetros de distancia recibimos la llamada de auxilio de la antena y por un breve momento, pensé que se trataba de un simulacro, pero al escuchar los gritos de Genis, la jefa de defensa y las detonaciones de fondo, volvimos de inmediato, aunque no lo suficiente para poder ayudarles.

FUGAZ - La noche de las estrellas rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora