Diago
Luego de estar con Damián, me fui a mi habitación y me quedé en mi cama intentando ordenar mis ideas, pero hacía demasiado calor y la ropa se me pegaba al cuerpo. Sentía que mi cabeza estallaría por todas las cosas que debía pensar y justo cuando tenía una idea, otra salía a escena y así, todo era un caos.
Estaba muy lejos de poder concentrarme.
Me levanté de la cama, me quité el uniforme y me metí bajo la regadera. El agua fría me golpeó la espalda y por un breve instante, mi mente estuvo en blanco.
El silencio que logré dentro de la regadera, me devolvió un poco de paz.
Ahí debajo del agua, solo escuchaba el tintineo de las gotas sobre mí espalda devolviéndome un poco de vitalidad porque estaba fría como no imaginan.
Pero la paz que obtuve en la regadera fue demasiado breve, igual que mis fantasías infantiles en las que imaginaba que mi padre me perdonaría por estar defectuoso.
Caí en la realidad de que no era mi culpa haber nacido así.
Si mi padre no me amaba por causa de una condición que yo no había buscado; él se lo perdía. Era él quien se estaba perdiendo de mi amor y mi lealtad. Era mi padre quien estaba despreciando la oportunidad de sentirse orgulloso de un hijo que daba todo para merecerse un lugar en su vida. Era él quien no quería saber de mí.
Como si esconder un cadáver borrara el hecho de que has matado a alguien.
Me miré en el espejo y vi la cara de mi padre. Los tres, Damián mi padre y yo, éramos una copia hecha en carne y hueso.
Un par de ojos redondos y oscuros estaban mirándome con desprecio desde el espejo. Me dolió el pecho al no poder recordar otro tipo de mirada de parte de él. Recordaba a mi madre mirándome con orgullo, con enojo, con complicidad, con amor y con dolor, pero de mi padre, solo podía recordar el desprecio que se derramaba de sus ojos.
Pero ahora su reflejo estaba frente a mí visitándome en el espejo de mi propia personalidad. Yo no era muy distinto de él. Ahora era un asesino y probablemente muy pronto me convertiría en un traidor.
Los recuerdos que había intentado borrar de mi mente volvieron a mí, azotándome con violencia.
— ¿Quieres traicionarme niñito estúpido? — Sus labios no se movían, su voz estaba en mi cabeza.
—Papá ¿Ya no me quieres? — Pregunté y mi voz era la de un niño de siete años, asustado, tembloroso y triste.
—No seas idiota ¿Cómo podría querer a un mocoso defectuoso como tú? ¿Dime que tienes para ofrecer que pueda ganarse mi amor? Además de problemas. —
—Pero soy tu hijo. — Dije sujetándolo de la bata.
— ¿Y qué? Por eso mismo no debiste haber traído vergüenza sobre mi familia. Quisiera decir que no eres mi hijo. — Mi padre me miraba y yo podía saber que estaba enojado porque hablaba con los dientes apretados.
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FUGAZ - La noche de las estrellas rojas
कल्पित विज्ञानCuándo desde el otro lado del mundo decidieron bombardear al país vecino, se olvidaron de los daños colaterales. Al principio, todos pensaban que mantenerse al margen de los problemas de las grandes naciones, era el mejor modo de sobrevivir. Lo cie...