Avril
Esa tarde, la tarde en que Diago me dijo que oficialmente ya no había nada entre nosotros, gran parte de mi corazón dolió porque de cierto modo ya lo sabía, pero no quería aceptarlo, aunque también, mi alma se liberó.
No podía odiar a Daniela ni culparla por haber perdido a Diago, no era justo para nadie. Daniela no se había interpuesto entre nosotros, sencillamente cuando Daniela llegó a la vida de Diago, ya no existía un nosotros.
Me gusta pensar que juntos, Diago y yo, hubiésemos sido imparables. Pero lo cierto es que muy probablemente estaríamos muertos, porque ambos somos tan audaces como impertinentes. Si yo decía saltemos, él decía "Que tan alto" y así en todo.
Solo esperaba que ahora ella fuera buena para Diago. Ellos son completamente diferentes, su carácter, sus funciones y su manera de ver las cosas.
No podía odiarla aunque quisiera y guardándome todo mi orgullo, honestamente les deseé suerte.
Cuando me pidió cuidar de ella, supe que Diago ya no era para mí.
Pude reponerme solo para aparentar frente a él que todo estaba bien y que no se sintiera responsable directo de algo que, sencillamente había seguido su curso natural.
No estaba en mi naturaleza rogar por amor o mendingar atención. Pero no soy de piedra y me dolía lo que acababa de pasar. Quería salir de ahí, quería desaparecer lo más rápido posible y estar muy lejos de mi misma, pero al doblar la esquina, tropecé con alguien tan roto como yo.
Santiago
Ya estaba un poco harto de estar encerrado en la trinchera sur. Aunque el clima era fresco, el sol calentaba la tierra y evaporaba el agua en ella, haciendo que el fétido olor de la sangre aturdiera hasta al más capacitado.
Teníamos cuatro bajas y doce lesionados y aunque ya estaban siendo tratados, no dejaba de darme vueltas en la cabeza la idea de que pudimos haber sido arrasados.
— ¿Dónde tienes la cabeza? — Zavel me dio una palmada en la espalda y luego me ofreció un vaso con agua mientras me relevaba en mi posición de francotirador.
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FUGAZ - La noche de las estrellas rojas
Ciencia FicciónCuándo desde el otro lado del mundo decidieron bombardear al país vecino, se olvidaron de los daños colaterales. Al principio, todos pensaban que mantenerse al margen de los problemas de las grandes naciones, era el mejor modo de sobrevivir. Lo cie...