Luis
Aquella noche fue una completa locura. Empezamos con un ataque de bombas caseras sobre la torre norte y la trinchera frontal. Luego, yo estaba sentado frente a los controles del dron, inspeccionando la periferia de la base. Había cientos de marcadores térmicos en la cima de la colina que forma el valle, al menos una docena de vehículos y todos estábamos a resguardo de las instalaciones.
Santiago me había pedido vigilar a través de la visión térmica del dron, pero honestamente, todos aguardábamos un ataque de aquellos que nos sitiaban.
¿Cómo carajos debíamos reaccionar a lo que pasó?
Faltaban escasos cincuenta minutos para que amaneciera, habíamos permanecido en vela aguantando para dar tiempo que Diago arribara a la base con el apoyo. Aun así, Santiago había ordenado el "protocolo espejo" es decir, silencio total en la radio y responder al fuego cuando este empezara.
No los provocaríamos y dejaríamos que ellos actuaran primero para no desperdiciar recursos a lo tonto.
Rafael me dijo que podía descansar un poco mientras el controlaba el dron. Estaba quedándome dormido cuando entre sueños escuche a Adrián y a él hablando en voz baja.
— ¿Qué demonios es eso? — Preguntó Rafael. Escuché la silla reclinable cuando Adrián se levantó.
— A ver... amplía la imagen. —
— ¿Es Diago? — Preguntó Rafael y para ese momento, yo ya estaba en camino a ver el monitor.
— ¿Qué dirección estamos viendo? — Pregunté.
— El oeste. — Contestó Adrián.
— Imposible que sea Diago, él viene del este, no hay manera de que dé la vuelta. Seguramente son refuerzos de los hostiles. Son cientos. — Estaba a punto de avisar a Santiago cuando el monitor del radar comenzó a parpadear y la alarma de aviso de mísil pitó insistente.
— ¡Mierda! Nos están atacando. — Gritó Rafael, pero antes de que pudiéramos dar aviso, el mísil se impactó en uno de los vehículos que nos asechaban sobre la colina.
— ¿Fuego amigo? — Preguntó Adrián.
— ¿Pero de quién? — Pregunté yo mientras marcaba el radio de Santiago, el cual sonaba ocupado.
— ¿Calipso? — Rafael estaba nervioso.
— ¡Vamos! ¿Quién de calipso vendría a ayudarnos si no dimos aviso? — La conjetura de Adrián tenía muchísima lógica.
— ¡Espera! Ahí viene otro. — Rafael seguía con los ojos pegados al monitor. Apenas pasaron un par de segundos cuando el radar ya marcaba dos misiles más que se impactaron en la parte trasera de los otros vehículos.
Los marcadores de calor comenzaron a moverse de un lado al otro en una formación de media luna. Zavel me contestó el radio.
— ¿Santiago me escuchas? — Pregunté con impaciencia.
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FUGAZ - La noche de las estrellas rojas
Ciencia FicciónCuándo desde el otro lado del mundo decidieron bombardear al país vecino, se olvidaron de los daños colaterales. Al principio, todos pensaban que mantenerse al margen de los problemas de las grandes naciones, era el mejor modo de sobrevivir. Lo cie...