Capítulo 44

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CUARTO MARATÓN DE 2021
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COOOOMENZAMOS

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Santiago

Después de ir al comedor y comprobar que Alisson no estaba ahí, sencillamente dejé de preocuparme. Ella solo quería imponer su voluntad por encima de cualquier cosa, incluso de las propias reglas y yo no tenía ganas de discutir con ella.

Me fui al campo de tiro con la intención de disparar un poco. Últimamente era lo que más me tranquilizaba. El poder tirar a puntos fijos me relajaba de un modo extraño pero seguro.

Fijar el punto, centrar la mirilla, respirar, aguantar el aire dentro hasta que cada músculo se relajara, sentir la extensión de mi propio ser con el del rifle a través de la conexión de mi dedo con el disparador. Escuchar el ligero pero constante muelleo del resorte dentro del cuerpo negro, frio y sólido. Tirar del disparador, dejar salir el aire, sentir el golpe de retroceso en el hombro y el ligero pero estimulante dolor punzante que se extendía por mi brazo. Escuchar el sonido del aire siendo rasgado por el proyectil caliente, un zumbido sordo y hueco que no da espacio a nada más que el siguiente sonido; el del impacto.

Todos mis sentidos actuando juntos en un espacio de tiempo tan corto como eterno.

Porque para los de afuera son segundos. Pero para el rifle y para mí, era un vals eterno y seductor. Tan pragmático como peligroso.

Últimamente tenía muy presentes las palabras de Salvador en mi mente: "La ley de la calle es fácil pues solo tiene una regla. Si pisas suelo contrario, pierdes la vida"

No era diferente de cómo se hacían las cosas en Calipso.

Afuera, según nos instruyen, la gente no solo es agresiva sino primitiva. Actúan siempre en base a sus necesidades y todo el tiempo miran solo por ellos mismos y si pisas territorio ajeno, pueden y tienen el derecho de matar.

Pero con los últimos acontecimientos, estaba convencido que dentro del muro, también éramos igual de agresivos y primitivos al intentar hacer cumplir leyes tan ridículas como las que imperaban ahora.

Dar el valor a la vida humana basándonos en la supremacía de sus genes, la alcurnia de solo algunos apellidos, la perfección de una raza que ya no es una raza sino una combinación extensa de las aportaciones genéticas de alrededor del mundo y aun así, seguíamos pensando que había superioridad, que existía honor en sentirse superior.

Ridículo y patético.

La enorme diferencia entre los de afuera y nosotros era simple. Ellos lo hacían por supervivencia y nosotros, por comodidad.

Los de afuera podían elegir. Nosotros solo culpábamos al sistema justificando nuestras malas acciones con la frase típica de un combatiente "Solo seguía órdenes"

Pero los malos recuerdos que nos dejan algunas decisiones, no se van jamás y a veces, opacan a los buenos recuerdos y los sepultan bajo toneladas de culpa, arrepentimiento y lágrimas. Una lástima que lo entendí mucho tiempo después.

FUGAZ - La noche de las estrellas rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora