Capítulo 22

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Avril

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Avril

Estaba recostada en la cama que me asignaron. No podía descansar muy bien, estaba acostumbrada a compartir el alojamiento con gente que emitía sonidos, ronquidos y quejidos durante la noche.

Llámenme rara, pero esos sonidos eran como un arrullo para mí y estar sola en una pequeña, aunque confortable habitación, me quitaba el sueño.

Eran casi las seis de la tarde y decidí levantarme para cambiar al guardia. Prefería estar pendiente allá afuera que asfixiándome ahí dentro.

Estaba hablando con uno de los chicos, le dije que lo acompañaría mientras me llegaba mi turno y mientras, disfrutaría de la hermosa vista.

La vegetación se extendía como una alfombra de distintos tonos de verde y al fondo, el horizonte fundía el azul claro con el cobalto de las nubes que ya comenzaban a hacerse más pesadas y oscuras. Los relámpagos alumbraban el horizonte y hacían variaciones de colores que pocas veces se pueden ver en la vida.

El radio comenzó a zumbar y en la pantalla aparecía el código de Diago.

- Adelante. - Dije sin demasiada emoción.

Esperaba un reporte escueto donde me decía que estaban por llegar y que ordenara el baño para la muñequita de defensa y la cena para ellos. Desde que pasaba tiempo con esa niña, se había olvidado de los entrenamientos y ya no estaba ejercitándose con la sección.

- Avril, necesito que le des el radio a la señora Cecilia. - Su voz era severa y prudente. Estaba en modo jefe, así que obedecí.

- Dame cinco minutos y vuelves a contactar. - Dije mientras ya comenzaba a bajar por la empinada escalinata. Busqué a la señora Cecilia y de inmediato me llevaron hasta donde se encontraba.

- Es Diago, va a llamarle. - Le dije justo al tiempo en que el radio volvía a repicar. - Presione aquí y cuando la luz cambie a rojo, puede hablar. - Le dije y salí de la habitación.

Estuvieron hablando por una media hora, hasta que la señora salió y me devolvió el radio. - Quiere hablar con usted señorita. - Asentí y me retiré un poco.

- Adelante. -

- Avril, necesito que formes un escuadrón con nuestra sección y la gente que la señora Cecilia te asigne. Ellos ya tienen la ubicación en dónde deben alcanzarnos. Necesito que traigan todas sus cosas, no volveremos a san Hipólito por el momento, así que no dejen nada de su equipo. - Explicó con calma.

- ¿Todo está bien? - Pregunté como si nada. Pero lo cierto es que su tono de voz no me daba muy buena espina, estaba preocupado.

- Mañana que llegues a primera hora, te explicaré que pasa, por radio no es seguro. - Lo dicho, él estaba evadiendo algún comentario que pudiera ser interceptado por la sede principal. En Calipso podían fácilmente ser unos hijos de perra.

FUGAZ - La noche de las estrellas rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora