Capítulo 9

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ULTIMO MARATON 2020
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Susana

Esta noche estaba muy lejos de ser, quizá, la mejor noche de toda mi vida. No me imaginé que aquello que Lorenzo nos había dicho, respecto a que existía un modo de cruzar el domo, fuera posible. De algún modo lo consideré como una invención de una mente bastamente nutrida de imaginación o en nuestro caso, una alucinación por la deshidratación.

Pero cuando lo vi moviendo los arbustos que crecían por debajo de la red energética del domo, el alma se me escapó del cuerpo. Imaginé fugazmente como quedaría el cuerpo de Lorenzo cuando su plan fallara y los miles de voltios lo mataran. Pero no ocurrió así.

El colocó trozos de madera bajo sus pies nos hizo sostener dos trozos de madera por encima de su cabeza, entre los arbustos. El espacio que se formó fue de unos setenta u ochenta centímetros, pero cuando el chiquillo atravesó y desde el otro lado, insto a Romina y Lucas a cruzar, mi alma volvió y se aferró al plan. Yo quería vivir y esta era tal vez, la única oportunidad que tendría.

Si no me mataba el voltaje, me mataría la sed y el hambre o algún carroñero, lo que llegara primero. Como sea, valía la pena intentarlo.

Salvador fue el último en cruzar, debido a que el espacio era demasiado reducido y no debíamos colocar ambas rodillas o manos en el suelo por el riesgo de completar el circuito. Pero cuando escuchamos a los guardias acercarse, el terror se apoderó de mí y salí corriendo de ahí, dejando a Lorenzo y sus hermanos con el paquete.

Estúpida de mí, fui la primera en ser captada por sus aparatos.

Quizá me merecía morir atravesada por el láser del centinela. ¡Por cobarde! Por no aquedarme hasta el final para ayudar a esos dos pequeños y a Salvador, que nos había cuidado tanto en la última semana.

Cuando escuché la voz detrás de mí, no pude moverme más. Ahora llamaba su atención y pensé, que tal vez podría retribuir un poco, distraerlo para que Salvador terminara de atravesar. Pero Lorenzo salió de la nada con un arma que yo no sabía que tenía. Ese chico era una verdadera caja de sorpresas.

Tomé una rama para intentar distraer al centinela mientras Salvador cruzaba. Pero Lorenzo ya estaba apuntándole. Luego todo fue demasiado rápido.

Llegaron más centinelas y todos apuntaban a Salvador y a Lorenzo. Tanto trabajo para morir atravesador por un puto láser. Pero no fue así, nuevamente subestimé la humanidad de los centinelas.

El que estaba frente a mí se inventó un cuento de ser, según ellos, el comité de bienvenida y convencieron a Lorenzo de bajar el arma. Tal vez si habría una esperanza de sobrevivir.

El centinela frente a mí me ofreció una botella con agua. Teníamos casi dos días sin beber suficiente; quizá un litro por día entre los cinco. Habíamos estado racionando la poca agua que Salvador y Lorenzo consiguieron y solo esperábamos no morir antes de cruzar.

FUGAZ - La noche de las estrellas rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora