CENA NAVIDEÑA (VERSIÓN CAPITALES).

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Walter estaba que se quería morir, no le parecía justo que su nación decidiera arruinar una tradición tan bonita y tranquila con... esto.

—Lo odio, en serio. — se quejó.

—Yo igual. — opinó Ontario.

—Esto es un desastre. — se dejó oír el disgusto de Quebec.

—Chicos... necesito... respirar... — suplicó Ciudad de México.

Las capitales son casi siempre los conductores designados de sus naciones, por lo tanto, no bebían de más en las festividades, incluso algunas le habían agarrado odio al alcohol.

Ese era el factor que permitía que las cosas fueran mucho más pesadas para ellos, sus naciones ya estaban ebrias, pero ellos no han bebido ni una sola gota de licor.

Juan, o Ciudad de México a secas, se logró soltar del abrazo casi asfixiante de sus compañeros y se sentó en el suelo, mirando con una pizca de diversión la escena.

—Debemos admitir que algo tiene de divertido. — murmuró.

Frente a ellos podía verse a Bolivia coqueteándole a su propia capital, diciéndole piropos y hasta insinuándole cosas por demás comprometedoras, el pobre La Paz soltó un aterrado "ya estuvo bueno papá" cuando Bolivia empezó a darle algunas caricias.

Más adelante, México escapaba a como podía de un borracho y muy amoroso quebequense que le pedía que se casara con él, claro, seguido muy de cerca por un británico ya muy ebrio que argumentaba que él ya era el prometido del mexicano.

Buenos Aires golpeaba a Argentina con una enciclopedia para dejara a Inglaterra en santa paz, mientras tanto, Londres intentaba separarlos usando la fuerza de su pierna derecha — posada en el pecho del argentino —, pero lo que sí dio mucho miedo fue ver a Cardiff llegando con una sierra eléctrica.

—Esta ha sido la mejor idea de Gringolandia en lo que lleva de existencia. — comentó Ciudad de México.

Walter, Louis y Cameron miraron pasmados al mexicano.

—Estás loco, Juan. — reclamaron los tres.

Por toda respuesta Ciudad de México se encogió de hombros. 

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora