DIFÍCIL

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Pierre miraba fijamente a su objetivo, no se movía ni un milímetro ni tampoco parecía respirar, solo estaba ahí, con la mirada fija en algo.

Aunque el primer ministro ya estaba acostumbrado a los repentinos comportamientos raros de Quebec, aun así, sudó frío.

—¿Qué es ahora? — casi sollozó el hombre.

Caden levantó la mirada de su libro y les dedicó unos segundos a los asuntos de su amigo y compañero de casa, luego bufó y le hiso una seña al ministro para que se tranquilizara.

—Solo está buscando inspiración... o algo de qué burlarse.

—¿Por qué no lo hace como una persona normal?

—¿Acaso tenemos la pinta de ser muy normales o de estar muy cuerdos?

—...

Vale, el primer ministro debía admitir que Caden tenía un muy buen punto a su favor.

—Ya se le pasará, dale tiempo, niño.

—Aún no me acostumbro a que sean mayores que yo y se vean muy jóvenes, ¿sabes?

—Tú solo piensa que tratas con unos viejos con locura senil y asunto arreglado.

El menor suspiró, en serio quería entender, en serio, pero esos dos aún después de tiempo no se la dejaban nada fácil.

De pronto una especie de flecha atravesó la estancia y le dio de lleno a una piña que colgaba de un adorno del techo.

—Igual y solo está aburrido. — se mofó Caden y volvió a su libro.

El primer ministro solo negó, algo le decía que nunca se acostumbraría a la dinámica de ese par.

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora