TERRITORIO

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La familia latinoamericana estaba en uno de esos raros momentos de convivencia en los que estaban todos y no había peleas de por medio.

Incluso Guatemala estaba de buen humor como para convivir con México sin burlas de por medio.

Chile y Bolivia estaban conviviendo en santa paz, ¡en santa paz!

Incluso Quebec se estaba dando tiempo para convivir y conocer más a la familia.

Sí, es un momento justo para que Andrew lo arruine.

—Solo estás exagerando. — opinó Caden con obviedad.

—No. Algo deben estar planeando, incluso invitaron a Pierre, ¡a Pierre!, eso no tiene sentido. — dijo mientras intentaba saltar la barda.

—Sí, sí que lo tiene, yo lo dejé ir.

El rubio miró a su primo con sorpresa, ¿en serio?, ¿y por qué carajos?, algo muy raro estaba pasando ahí.

—¿Y como por qué lo dejaste ir?, digo... no es como que conviviera mucho con ellos... de todos modos. — contestó pujando, la maldita barda estaba alta, ¿cómo le hacía Mauricio para saltarlas?

—Porque hemos estado hablando mucho últimamente, y creo que tiene razón en eso de convivir con sus familiares, y es que, piénsalo, ¿de acuerdo?

>> He obligado... no, los hemos OBLIGADO a estar con nosotros todo el tiempo, queremos que no se reconozcan en sus raíces latinas, hispanas, francesas, portuguesas o mestizas. Hemos querido que ellos sean una copia perfecta de nosotros en todo sentido, con nuestra common-law, nuestros modelos de Estado y gobierno, que tengan nuestros valores y nos apoyen en ellos.

>>Debemos abrir los ojos, Andrew, ellos son colectivistas y aman el mestizaje, la paz por doquier y tener familias cariñosas y expresivas, son diferentes a nosotros y eso es bueno... es lindo, de hecho.

>>Así que creo que tal vez deberíamos dejar esos celos locos de lado y dejarlos ser, quizás incluso convivir con la familia latina y así hacer del continente una sola, gran, unida y diversa familia. Y el primer paso para hacerlo es dejar a los chicos convivir con su gente, ¿qué di...?

En ese instante Colombia cayó a los brazos de Canadá.

—¿Pero qué carajo? — dijo sorprendido.

—¿Qué tal, rojito? — saludó Cesar.

—¡Ahí te va Ritchie! — le advirtió Andrew antes de aventarle al puertorriqueño desde lo alto de la barda.

—¡No! — chillaron los tres.

Como era obvio, el trio terminó en el suelo mientras el rubio norteamericano saltaba al piso con unos inconscientes México y Quebec a los hombros.

—¡Corre, idiota, corre! — lo apresuró mientras echaba a correr.

—¿Qué pasó? — preguntó el pelirrojo confundido.

—Pues...— Colombia iba a empezar a explicar, pero unos gritos lo interrumpieron.

—¡Abre ya la puta reja, Chile, que lo voy a dejar como colador de cocina! — se hiso escuchar una voz femenina.

—Luego te explicamos lo que hiso ese imbécil, ahora vámonos que Costa Rica está como loca, y fíjate que lograr eso es casi imposible. — Declaró Ricardo empezando a correr.

Con resignación el pelirrojo se unió a la huida, estaba seguro que quedarse a negociar iba a ser un desastre.

—No sé que le hiso a mi hermano... y a mi primo... pero dijo algo sobre... respetar su... territorio. — le informó Colombia mientras corrían.

—Típico. — farfulló enojado.

Ese Andrew tiene sus limites muy claros. 

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora