TRABAJO

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John miraba perplejo todo a su alrededor, desde los contenedores de alta tecnología hasta los uniformes de los agentes; si, sin duda se habían equivocado, esto no podía tenerlo México... ¿o sí?

Con pánico miró a su compañero, Tyler lucía muy confiado y hasta un poquito arrogante.

—¿Qué hacemos aquí? — exigió saber por medio del comunicador.

—Según la agencia central, nuestra nación pidió de modo atento que mantuviéramos un ojo en esta institución durante esta visita de rutina. — contestó Tyler con calma. — ¿cuánta tecnología crees que donó nuestro país?

Con un suspiro cansado John miró todo alrededor.

—Nada, recuerda que lo que la fundación haya puesto o no solo les concierne a ellos, técnicamente son una institución no gubernamental.

—Venga, no digas esas cosas, su presidente es uno de nuestros más veteranos generales y su director de operaciones uno de nuestros más apreciados científicos, decir que no es gubernamental sería mentir.

—Pues no se rige por las reglas comunes y está separada del pentágono... además súmale a eso que se supone que "no existe", pues, prácticamente pueden hacer lo que quieran.

Tyler gruñó enfadado en respuesta.

Continuaron caminando por los laberinticos pasillos de acero puro y pulido por unos veinte minutos más hasta que se dieron cuenta de que se habían perdido; John casi entra en pánico, las cosas que podían salir mal si los descubrían eran muchas.

En ese instante el pobre espía se arrepentía de haber contestado al llamado para vigilar a la nación mexicana en su visita de rutina a esa agencia de preservación de criaturas endémicas.

—Si el CISEN nos descubre, esto se va a poner feo. — comentó John al borde del llanto.

—Cálmate, si nuestra fundación es un desastre con esos animales, imagínate esta.

Eso no tranquilizó a John en lo más mínimo, lo poco o mucho que sabía de criaturas endémicas lo aprendió en los cursos rápidos que ofrecía CONTAINMENT a los agentes de la CIA que gustaran de tomarlos, solo asistió a dos... y eso le bastó para saber que las criaturas son extremadamente peligrosas.

Lo único que le servía en esos momentos era la clasificación de zonas y contenedores... espera, ¡eso es!

—Tyler, ¿recuerdas que criaturas iba a visitar la nación mexicana?

—Unos tales apuitasontla.

John se quedó de a seis.

—¿Quieres decir Ahuízotl?

—Si eso dije...

El otro solo se limitó a buscar algún indicio de esos seres, algo que hubiera leído en alguna parte; al recordar que eran animales que podían ser entrenados sonrió.

—Bien, Tyler, ayúdame a encontrar el área de crianza, debe ser de pasillos muy amplios...

—¿Más que estos?

—¡Sí, estos son estrechos en comparación!

—Bueno...

Un chillido horrendo seguido de un golpe que sacudió la mitad del pasillo los obligó a callarse.

—What the...? — clamó Tyler.

John palideció completamente al ver el diminuto, rojo y demencial signo de omega en una de la esquina de la pared derecha del pasillo.

—Ty, vámonos... ahora.

—¿Por?

—Zona omega.

—¿Qué?

—Zona omega.

El otro agente estaba a punto de preguntar qué carajo es una zona omega, cuando...

—¿Y tú qué sabes de una zona omega? — dijo burlonamente una voz dulce tras ellos. — que yo sepa, los gringos no pueden entrar aquí, no sin una identificación de TRIAL al menos.

Ambos americanos se dieron la vuelta, notando al instante al muchachito de altivo porte y ojos castaños furiosos, si su postura y su mirada ya eran de temer, lo que los hizo sudar frío fue ver el escudo del CISEN y ver el emblema que lo definía como un agente de alta categoría.

—Déjame adivinar... — dijo Tyler. — tienes... ¿24?

—16.

—¿Genio?

—¿Acaso creías que solo en tu país había?

—Mierda... — Tyler agarró a John de la muñeca. — corre, John, corre por tu vida. — le ordenó antes de echarse a correr por los pasillos.

Unos pasos más atrás del joven agente, iban llegando al lugar Mauricio acompañado del director de sitio.

—Doctor Álvarez, active la alarma de intrusos, y ordene la ejecución del protocolo alfa. — gruñó el muchacho.

Aunque extrañado, el hombre mayor hiso lo pedido dando los anuncios por radio.

Unos segundos después las puertas y salidas de emergencia del lugar se cerraron.

—¿Qué pasa, Martincito? — preguntó un preocupado Mauricio.

—Ya lo verá, nación mía, ya lo verá.

Andrew se iba a meter en problemas graves, muy graves.

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora