PIEDRA

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Caden entró a la casa con las compras para la semana, dulces, botanas y postres incluidos.

Pero le sorprendió ver las luces del sitio apagadas, no había ningún ruido y la televisión ni siquiera estaba prendida. Tomando en cuenta los cuatro con los que vive, esa era una señal del apocalipsis.

—¡Pierre, Alex, ya llegué! — se anunció, pero no hubo ni movimiento ni respuesta.

—¡Andrew, Richard! — llamó otra vez, pero fue el mismo resultado.

Alterado, el pelirrojo dejó las cosas en la barra de la cocina y estaba a punto de salir corriendo a buscarlos, pero se dio una cachetada mental y decidió subir a las habitaciones.

Una vez en el segundo piso empezó a andar por el pasillo, dando con la puerta del cuarto de Andrew abierta y entró a inspeccionar... lo que vio lo dejó helado.

—¡Andrew, ¿pero qué mierda?!

De inmediato el rubio lo calló y lo obligó a sentarse en la cama.

—Cállate, no les rompas el encanto. — ordenó.

En el suelo, sentados sobre sus piernas, estaban Puerto Rico, México y Quebec, con las pupilas dilatadas, las mejillas sonrojadas, los labios entreabiertos y casi babeando, miraban fijamente una especie de piedra brillante de color morado con destellos rosas.

Los latinos parecían estar en su paraíso personal.

—¿Qué mierda les hiciste? — exigió saber.

—Nada, solo les mostré la piedra y se atontaron. — dijo el gringo sin pena.

—No me mientas, eso es alquímico, y por la reacción fue hecho de modo muy específico.

—Bueno, bueno, ya que insistes, te lo diré: es un istror.

—¿Istror?

—Sí, algo así como una piedra de los deseos, pero...

—¿Cómo los idrushjes de Alexander?

—No, que asco, por dios, no vuelvas a decir eso.

—Pues son piedras de los sueños y los deseos, depende la elaboración, si es con un fin u otro, el color revelará lo que la persona quiere de ti.

—Repito, asco. — reafirmó Andrew con cara de querer vomitar. — en fin. Esto lo hice yo, pero en vez de esas cosas cursis, esto refleja las fantasías de las personas, de cualquier tipo. ¿qué te parece?, resulta que funcionan muy bien.

Caden enarcó una ceja y miró de nuevo a la piedra suspendida en el aire, supone que gracias a la energía que concentraba, y luego se encogió de hombros.

—No funciona del todo. — dijo.

—¿Qué?, ¿por qué lo dices?

—Tú y yo estamos intactos, la piedra no nos influye como hacen las piedras idrushje. Además, no tienes ni idea lo que los va a afectar. — declaró el pelirrojo al acercarse a la piedra y atraparla entre sus manos.

Al momento los otros tres reaccionaron.

—Mi papá... — empezó a sollozar Mauricio mientras Ricardo lo abrazaba.

—Ya, ya, aquí está hermano mayor. — consolaba.

—Malditos sueños estúpidos de bodas y lunas de miel. — refunfuñaba Pierre mientras salía de la habitación.

Canadá le dirigió una mirada severa a Estados Unidos.

—Es mi primera incursión en la alquimia luego de tres siglos solo leyendo, dame algo de crédito. — le dijo el rubio quitado de la pena.

Esas malditas ideaslocas del rubio tenían que parar o iba acabar matándolos emocionalmente. 

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora