FAMILIA (1/3)

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Los cuatro norteamericanos tienen sus propias relaciones familiares, se llevan de una forma con sus padres, sus primos, sus hermanos...

Conozcamos un poco de esas relaciones particulares.

Punto número uno: Padres.

>> Andrew <<

Henry estaba tranquilo, dando un paseo relajante por el jardín de rosas del palacio junto a Gales, ambos hermanos se habían enfrascado en una conversación de lo más interesante.

—Y dime, Harry, ¿qué planeas hacer para el cumpleaños de Iarlaith? — preguntó Caerwyn con interés.

—Aún no lo sé, pero quiero que sea de lo más grato para él. — replicó Inglaterra con tranquilidad.

—¡Ojalá así te importara mi cumpleaños, vieja perra! — reclamó Andrew con rencor.

Ambos británicos lo miraron con sorpresa.

—Andrew James Fisher, ¿cómo entraste a aquí?, ¿tienes cita con Aiden? — inquirió Gales con enojo mal disimulado.

—Oh, no, querido tío, no es el caso; pero decidí acompañar a Mex para evitar que Aiden se lo comiera, pero... ya ven, el muy retorcido lo logró milagrosamente... y lo malo es que no me quiso dejar ver.

Henry se ruborizó por el modo de hablar tan irrespetuoso que tenía el estadounidense para con él y sus hermanos.

—Cuida tus palabras, párvulo malcriado. — regañó Inglaterra.

—Vamos, viejo, no puedes reclamarme nada cuando tú tienes ciertos... gustitos.

Inglaterra se puso pálido, ¿en serio su hijo le estaba insinuando lo que creía que le estaba insinuando?

<<Maldito mocoso, tiene el carácter de esos desgraciados>> pensó con amargura.

Justo cuando iba a replicar, Gales se le adelantó.

—Tú y tus fantasías indeseables, que mocoso tan insoportable. — acusó Caerwyn con tono desdeñoso.

—Pero mira quien vino a hablar. Todo el mundo sabe que, si alguien se tiró a mi padre antes que nadie, ese fuiste tú, querido tío.

Y la pelea verbal que le siguió a esa declaración es un tesoro cultural estadounidense, sobre todo por las caras de angustia y mortificación que puso Inglaterra durante las más de dos horas de pelea.

>> Caden <<

Caden se entretenía peinando y trenzando la crin del hermoso e imponente unicornio azabache que su padre le había dejado cuidar y mimar.

—¿Cómo crees que le este yendo a tío Henry con la visita de Andrew, papá? — preguntó el pelirrojo con interés.

—No lo sé, pero espero que mal. — fue la sencilla respuesta de Escocia.

Caden rio levemente y volvió a su tarea.

Transcurrieron unos cuarenta minutos cuando el canadiense volvió a hablar:

—¿Podemos dar un paseo por las tierras altas del sur cuando acabemos?

—Si quieres, podemos ir. Al fin y al cabo, con ese engendro en el palacio es mejor ir a pelearse con unos sidhes a las southern uplands.

Caden sonrió contento y dio inicio a la parte final de su trabajo: trenzar la cola del unicornio, la parte más difícil, pero la más divertida a su parecer.

>> Mauricio <<

—¡Recuérdeme nunca hacerle caso otra vez! — gritaba México mientras corría despavorido por el sendero principal del bosque.

—¡Y a mí recuérdame no volver a intentar atrapar una de estas cosas! — replicó un aterrado España que iba unos pasos adelante del mexicano y el peruano.

Ambos novohispanos habían ido a visitarlo y Fernando salió con su típica ropa de caza, al ver a sus virreinatos consentidos los invitó a ir con él a cazar un Muscosu.

La cosa salió mal, muy mal, pues el guardián en cuestión los venía persiguiendo, y no solo él, sino toda una horda de hadas, duendes y demás criaturas enfadadas.

El elemental no los seguía por el simple hecho de ser más viejo y de conocer todas las ocurrencias y burradas de España.

—¡Asturias nos va a matar! — chilló Perú.

—Pero vean el lado bueno, mis críos, están compartiendo tiempo de calidad con su viejo. — animó Fernando cuando saltó a un río cercano.

—¡Hay te voy san Pedro! — exclamó el mexicano antes de tirarse él también.

Perú por las prisas terminó resbalando y cayendo al mismo río... si preguntan por ellos, están bien, regañados, pero bien.

>> Pierre <<

—Solo pruébatelo. — demandó Francia con exasperación.

—No, me gusta mi ropa. — replicó un ofendido Pierre.

—Pero iremos a un lugar bonito, ¡no puedes ir vestido así!

—Pues entonces no vamos y ya.

La mirada penetrante que le dio Jean Pierre al pobre quebequense era para sudar frío.

—NO — insistió el americano.

—SÍ.

—NO

El resto solo miraba de modo aburrido la escena, siempre era la misma pelea en cada reunión familiar: "Pierre tu ropa no está a la altura del sitio al que iremos, es de la colección pasada".

¿Por qué tenían que hacer ese mismo drama cada vez?

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora