Pasado

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Caden miraba a todos los presentes en esa fiesta muy atentamente mientras le daba un trago a su vaso de whisky, Pierre y Mauricio estaban a su lado igualmente aburridos y callados.

¿Qué diablos hacían ahí?, hasta dónde él sabía esa era una fiesta / festival solo para los europeos, y ellos claramente no lo son.

Andrew se las iba a pagar muy caro por haberlos arrastrado hasta ahí.

—¡México, hola! — le saludó un emocionado Hungría mientras le daba un beso en la mejilla. — Oh, hola, Quebec, Canadá. — saludó al otro par con una leve sonrisa.

—Hola, Deméter... ¿qué tal las cosas? — saludó de vuelta un nervioso Mauricio.

—Hola, Hungría. — saludo Pierre con tono cortés pero distante.

Caden solo asintió y bajó la mirada, odiaba hablar con los otros fuera de cuestiones de trabajo o proyectos, no le hace mucha gracia y no se siente cómodo con esos intentos tontos de querer hacer plática.

El pelirrojo suponía que igualmente debía ser incómodo convivir con quién prácticamente, y tomando en cuenta cómo se dieron los hechos, es tu ex esposo, se compadecía un poco de México por eso, sobre todo...

—Oh, tú sabes problemitas por aquí y por allá, pero nada que no se pueda solucionar, quien me preocupa un poco más eres tú, ¿cómo va todo, édesem*?

Aquella palabra debía significar algo de lo más vergonzoso, pues el mexicano se sonrojó hasta las orejas y miró a otro lado de forma nerviosa, evitando por todos los medios mirarlos a ellos.

—B-bien, las cosas van bien dentro de lo que cabe... este... ¿no deberías estar cuidando que Clemens se pelee con Bruno? — preguntó tratando de cambiar de tema, y de paso de correr al húngaro.

—¡Oh, cierto!, esos dos no pueden estar solos ni un minuto. — reconoció el aludido.

Cuando hacía amago de irse tomó al castaño por la muñeca y lo jaló para levantarlo.

—¡Deméter! — le reclamó Mauricio.

—¡Estoy plenamente seguro de que Clemens y Bruno estarán encantados si nos acompañas a la mesa! — lo invitó. — además, los gemelos te adoran, estoy seguro de que la pasarás muy bien con tu antigua familia política.

Eso descolocó a ambos canadienses, ¿quién rayos se creía Deméter para llevarse a SU mexicano así, con esa confianza?

—Lo siento, bizcochito somlói, — dijo sin pensar el apodo que le decía en ese entonces. — pero Andrew nos arrastró aquí por unos negocios y puede volver en cualquier momento... además no puedo dejar a los chicos aquí solos y...

—Tonterías, — descartó Hungría — estoy seguro que Aiden los recibirá gustoso en su mesa, y sino es el caso en la nuestra siempre hay lugar; si Andrew vuelve y no te ve, muy su culpa y muy su problema, pero tú vienes a comer con nosotros, nos tienes muy olvidados. — Demandó antes de llevarse a México de ahí.

Ambos canadienses estaban pasmados y muy enojados, ¿qué carajo acababa de pasar?

Caden, con enojo decidió que en definitiva Andrew se las iba a pagar.

—Odio eso... — murmuró.

Pierre lo miró extrañado un momento antes de preguntar:

—¿Odias, qué cosa?

—Eso, ese pasado del que parece que siempre van a hacer gala... es como si a pesar del tiempo y el término ellos quisieran mantener los privilegios... odio eso: su pasado con otros, con ellos.

El quebequense suspiró con desgano.

—Es que eso quieren, Caden... y a mí también me molesta que no nos tomen en serio en relación con Ale... pero no creo que mostrarnos enojados sirva de algo.

Caden miró su vaso aún medio lleno; Pierre tenía razón, no valía la pena mostrarse celosos a tan altos niveles; de un trago se terminó lo servido y tomó una decisión: a penas viera a Andrew acercarse iría por Mauricio para llevárselo de ahí.

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*édesem: amorcito.

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora