¿SECUERTRO?

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—Si sabes que esto podría considerarse secuestro, ¿no? — dijo Mauricio con tono sarcástico.

Andrew subió la velocidad de la camioneta, pasándose un par de altos.

—Es por tu bien, Alex, así que no temas. — habló Caden con tono conciliador.

—¿Cómo la vez en la que evitaron que abrazara a mi padre por "razones de seguridad"?

—Algo así. — confesó Pierre.

—Nos va encontrar por mucho que nos escondamos, lo saben, ¿no?

El pelo de la nuca se le erizó a Andrew y pisó a fondo el acelerador.

No, sobre su cadáver deja que los encuentre.

Una patrulla estaba parada en una esquina haciendo "rondín", ambos policías estaban adentro del vehículo tomando un café y platicando sobre los chismes de la comisaría.

De pronto, ambos oficiales vieron a una camioneta azul marino pasar a toda velocidad, excediendo el límite, encendiendo todos los velocímetros, pasándose los tres altos que tenían a la vista e invadiendo el carril contrario cuando el tráfico no avanzaba en el carril indicado.

—¿Los detenemos pareja? — dijo uno.

—No, ni loco, ¿no viste lo va haciendo?, tal vez traen un arma o algo mucho peor, tal vez son borrachos de los agresivos o traficantes de armas o...

—Tal vez se trata de un secuestro.

El otro uniformado suspiró aliviado.

—Sí, tienes razón, tal vez solo se trata de un secuestro, de todos modos no necesita nuestra intervención.

Adentro de la camioneta unos muy nerviosos Caden y Pierre miraban a la patrulla alejándose cada vez más.

—¡Oh por dios!, nos vio la policía, estamos en serios problemas. — Chilló Pierre.

—¿La federal, la estatal o la municipal? — preguntó Mauricio.

—¿Por qué preguntas?, ¿varía el castigo? — quiso saber Pierre.

—No, de todos modos, no van a hacer nada, pero necesito algo para entretenerme en lo que tienen aquí amarrado como puerco.

Andrew gruñó:

—No estás amarrado como puerco ni te estamos secuestrando, solo... estamos dando un paseo familiar en contra de tu voluntad.

—Eso mismo dicen los secuestradores infantiles...

—¡Oh, cállate!

Luego de unas tres horas de conducción loca llegaron a una cabaña en medio del bosque del municipio de Honey en el estado de Puebla.

Andrew estacionó la camioneta y los canadienses se encargaron de bajarlo del vehículo y dirigirlo a la cabaña, una vez al frente el estadounidense abrió la puerta y...

—Al fin llegaron, pensé que tardarían un poco más. — dijo Aiden con tranquilidad cerrando el libro que estaba leyendo.

Los otros tres no daban crédito a lo que veían.

—P-pero ¡¿cómo?! — chillaron los otros tres con desesperación.

—Les dije. — vitoreó Mauricio.

Reino Unido sonrió altanero y ayudó a Mauricio a deshacerse de los amarres.

—Entonces, ¿nos guías a las cascadas para empezar? — preguntó el británico con galantería.

—Claro. — replicó el mexicano con alegría.

Los otros tres los seguían maldiciendo por lo bajo, al parecer sus planes de tener un día de campo sin Aiden se había arruinado.

¿Cómo le hacía el maldito bretón para adivinar todos sus movimientos?   

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora