PELEA DE GATAS... ¡DIGO!, DE SOCIOS

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Pierre miraba divertido la escena frente a él: la sala en completo caos, todos gritándose unos a los otros y lanzándose objetos, sacando rencores del pasado y gritándose hasta de lo que se iban a morir, estaban implacables, incluso el pobrecito de Percy estaba escondido tras el podio llorando, alguien en algún momento le prendió fuego a un bote basura del sitio.

El único que se mantenía al margen, sereno y callado era Aiden, pero sospechaba que tras el acto de soportar la gritería histérica de Polonia estaba la maquinación de un plan de "venganza" a gran escala.

Sí, sin duda, él: Pierre Baudin, está más que orgulloso de su trabajo, incluso Caden está gritando y lanzando maldiciones.

Adora su talento, ya solo falta que México vea el zafarrancho que se armó solo con su ida al baño.

Pero, ¿cómo fue que Quebec logró todo eso en tan solo cinco minutitos?, pues, verán...

<< —Voy al bañito, Pierre, que por llegar a tiempo no pasé, sirve y traigo a Andrew de la cafetería, ¿quieres algo de allá? — preguntó un tranquilo y feliz Mauricio.

—Oh, no mucho, solo un poco de chocolate, si es que Andrew no se lo ha acabado todo ya. — dijo el quebequense con tono conciliador.

—Ta' bueno, pues, entonces ahorita vuelvo.

—Con cuidado.

Están en la asamblea general, y el receso está próximo empezar, así que Pierre quiere que algo interesante pase en los últimos minutos de la primera ronda.

Con una sonrisa maliciosa Pierre nota que Hungría está en el podio dando su informe ejecutivo sobre los avances de la agenda en su territorio... es perfecto.

Aprovechando que su voz se oye más aguda, gracias a su alergia, grita:

—¡Hungría, ¿qué se sintió estar bien adentro de territorio mexicano?!

—¿Otra vez con eso, Bélgica?, ya te dije un montón de veces que era para evitar que Gran Bretaña le hiciera daño, que se lo hiso de todos modos.

—¡Yo no dije nada! — objetó la belga.

—¡¿Qué tú qué?! — chilló indignado Polonia.

—Alto, ¿Qué no México se casó con Austria? — habló un confundido Argentina.

—¿Tú hiciste que cosa? — se rio Albert.

—Todo este tiempo... ¿fuiste tú? — exclamó un atontado Serbia.

—¡Quiero los detalles! — gritó un medio borracho Eslovaquia.

Ante los reclamos, el húngaro se puso a la defensiva.

—¡Yo era su esposo también!, así que yo SÍ tenía derecho a hacer algo así, y fue con su pleno consentimiento, no como otras personas.

—¡Hey!, también fue con su consentimiento. — reclamó Francia. — o bueno, al menos no luchó para detenerme.

—¡Porque lo drogaste! — acusó un enojado Italia.

—¿y me reclamas a mí?, entonces reclámale a Bartosz que se aprovechó de que estaba dolido y de luto.

—¡No es cierto!, no me aproveché, ¡fue consuelo mutuo! — se defendió el polaco.

—¡No es justo, rompiste el acuerdo! — lloriqueó Rumania. — dijiste que no te aprovecharías de nada, que sería una competencia justa.

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora