ENCUENTROS

Bellos recuerdos

Algo que hemos descubierto de la pequeña Kerstin es que tiene muy buenos pulmones, últimamente llora mucho y en apariencia no hay razón, pero hasta que Derek no le tenga confianza a otro pediatra continuara visitando a Marie, la idea no me agrada, pero supongo que tengo que confiar ¿No?

Mis vacaciones están por terminar, pero aun así decido avanzar en mi proyecto, el Dr. Cooper ha tenido un gran seguimiento de mi trabajo, sus observaciones me hacen ver mis errores e incluso debatimos en algunas ideas por medios de video llamada. En algunas ocasiones platico con Joseph y un poco de mi sentir, hay algo un poco extraño en Joseph, como si estuviera triste, pero nunca menciona nada de su vida a pesar de que le pregunte, a veces creo que no confía mucho en mí, aunque quizá sean solo ideas mías.

Las semanas pasan tan rápido que apenas puedo creerlo, en un momento me encontraba tomando clases y en otro haciendo mis maletas para regresar a casa, sabía que la despedida iba a ser dura e inevitable, Derek sugiere continuar a distancia pero honestamente no creo que pueda llegar a funcionar.

— Creo que me debes algo. – digo, sonríe y me acerca a su cuerpo.

— Que con gusto te pagaré. – responde. Toma mis caderas y estruja mis glúteos, puedo sentir su creciente erección, sin decir nada nos desvestimos con urgencia, unimos nuestros cuerpos mientras gemimos de placer.

— Espera un minuto. – digo, me mira desconcertado y escucho con atención. – No está llorando.

— No está aquí. – sonríe y continuamos en nuestro asunto.

Podemos disfrutar de nosotros otra vez sin preocuparnos que un llanto nos corte la inspiración. Me da media vuelta y me coloca en cuatro, ata mis manos a mi espalda y entra en mí, gimo al sentirlo bombear, sus manos acarician mi cuerpo y estimulan mi clítoris, grito y gimo de placer, su respiración es agitada, continua penetrándome con fuerza hasta que ambos llegamos al clímax. Desata mis manos y al parecer me han quedado algunas marcas.

— Lo siento.

— No importa, son marcas de guerra. – respondo y sonríe. Nos acostamos en la cama, me cubre con la sabana mientras permanecemos abrazados.

— No quiero que te vayas. – dice, suspiro mientras acaricio su pecho.

— Yo tampoco quisiera irme, pero...

— Tu vida en Nueva York. – comenta, asiento, le doy un beso en la mejilla y él permanece viendo el techo, mi mano acaricia su torso, sus pezones se ponen duros, mi mano continua descendiendo, tomo su miembro y siento como se endurece en la palma de mi mano, me mira divertido, pero continuo con mi trabajo, mi boca busca la suya, me monto en él, mientras sus fuertes manos me abrazan, beso su cuello y siento la reacción de su piel con mi contacto, mis besos comienzan a descender hasta que introduzco su miembro en mi boca, gime y gruñe, mis manos continúan acariciando su torso, sus manos toman mi cabeza y la mueve a su disposición. Penetra mi boca mientras yo succiono gustosa, paseo mi lengua una y otra vez, lo miro con perversión y él a mí, gime nuevamente, lo succiono con fuerza y lo masturbo con mis manos hasta que se debilita dentro de mi boca. Limpio las comisuras de mi boca y me mira con perversión. Dios es tan viril, en poco tempo vuelve a estar duro, me monto en él y ambos sentimos deseo y excitación, gemimos mientras nos movemos en búsqueda de nuestro placer.

— Dios Amber, eres insaciable. – susurra con dificultad mientras continuamos moviéndonos, me da un azote y cambiamos de posición, le doy la espalda y me siento en su miembro, sus manos acarician mis pechos, abrazo su cabeza y besa mi cuello, me levanta y me pone en cuatro, somete mi cabeza en el colchón y me penetra una y otra vez. Me da media vuelta, abre mis piernas y entra en mí, pone mis manos sobre mi cabeza, besa mi cuello, mis pechos y me estimula. – Quédate conmigo. – pide, gimo y cierro los ojos al sentir la plena satisfacción del placer.