Las cosas mal

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Derek me ha dado muchas explicaciones y lo único que deseo es que la semana termine, delante de todos pareciera como si fuéramos una pareja normal, pero una vez en la habitación él duerme en un sillón mientras yo duermo en la cama, me encuentro molesta e incluso un poco decepcionada, pero no puedo hacer nada más que esperar. Mi papá me conoce mejor que nadie así que sabe que hay problemas, pero no pregunta para no estar en medio de la situación.

Marck todo el tiempo bromea conmigo, Delta por otra parte es amante de la moda y le importa mi opinión en su vestimenta, pero la verdad es que ella se ve increíble con cualquier atuendo que tenga puesto, hacen que el tiempo se vuelva agradable y la estancia un poco más acogedora.

Los días pasan lentos y aunque aquí las celebraciones son completamente diferentes pasamos Navidad juntos, todo es bueno, demasiado bueno para ser verdad.

Es hora de que volvamos a Cambridge y quiero pasar tiempo a solas con mi padre, quiero disfrutar de su compañía, sus consejos y del tiempo que nos queda aquí.

La despedida con la familia de Derek es calurosa, el recibimiento y la estancia fueron bastante buenas, pasamos grandes momentos, aunque Derek tenía su secreto bien guardado, se ofrece a acompañarnos al aeropuerto y no podemos negarnos o sospecharían que algo anda mal.

Vamos al aeropuerto en silencio, voy viendo el paisaje, la nieve, mi padre parece un poco incómodo, vemos a la ventana para no iniciar ninguna charla y finalmente al llegar al aeropuerto Derek dice:

— Espero que la hayan pasado muy bien.

— Así fue muchacho. – responde mi padre, supongo que habla por él.

— Si. – susurro, toma mi mano y lo único que anhelo es que me suelte.

— Pronto voy a regresar, aún tengo que arreglar...

— No te preocupes. – digo y suelto mi mano.

Bajamos el auto y bajamos las maletas, una vez ya documentadas mi padre opta por un café caliente al igual que yo.

— Si no la quieres perder, habla con ella. – dice mi padre, lo escucho mientras veo el menú de opciones, Derek se acerca a mí. – Los espero en una mesa. – anuncia y se retira.

— No quiero que te vayas así.

— ¿En avión? – pregunto mientras avanzo en la fila.

— Molesta conmigo, sé que esta es la típica frase de hombre que de seguro has de conocer, pero contigo es diferente, si te dije fue porque... no sé, necesito el apoyo de alguien.

— ¿Apoyo?

— Amber, tengo tanto pánico como tú cuando pensaste que estabas embarazada. ¿Cómo puedo ser un padre a los 30 años?

— Esto no es los tuyos, los míos y los nuestros no te confundas, sé que puedes sentir miedo porque quizá no quieres una responsabilidad y trato de entender eso, pero ¿Por qué me lo dijiste en ese momento? No dije nada de tus constantes desapariciones hasta que me sentí desesperada y aun así callaste.

— Lo sé, lo siento.

— No lo sientas, no creas que con un lo siento lo puedes arreglar, se supone que somos una pareja o éramos...

— No, aun somos, bueno tú...

— ¿Y porque no confiaste en mí? – pregunto un poco molesta.

— Porque no puedo ir por el mundo diciendo, tuve una hija pero no sabía de su existencia, aun no sé si es mi hija, no puedo...

— Mira, una relación se basa en la confianza, por ello no pregunte de tus desapariciones, pero de repente llegas y me dices tengo una hija ¿Cómo se supone que quieres que reaccione? ¿Qué te felicite por el nacimiento?

ENCUENTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora