( 𝟳𝟯 : 𝘀𝗲𝗮𝘀𝗼𝗻𝗮𝗹 𝗱𝗲𝗽𝗿𝗲𝘀𝘀𝗶𝗼𝗻 )

5.5K 214 40
                                    

—advertencia: esta publicación trata sobre la depresión. profundiza sobre el lado real y crudo de lidiar con la depresión y la forma en que las personas pueden pensar y actuar. esta publicación puede afectar a algunos, así que leed con precaución.—




          El teléfono sonó por tercera vez seguida, el dispositivo descansando sobre la mesita de noche mientras tú le dabas la espalda. Ignoraste el sonido de las vibraciones, cerrando tus ojos y esperando a que pasase, esperando que quien fuese que te estuviese llamando se rindiese de una vez.

          Un profundo suspiro cayó de tus labios cuando el teléfono paró, la habitación volviendo a su usual silencio, la única voz que oías proveniente de tu cabeza.

          Las cejas de Calum se fruncieron mientras apartaba su teléfono de su oreja, terminando la llamada antes de poder escuchar tu buzón de voz por tercera vez; esa parecía ser la única forma de poder oír tu voz. Los labios del chico se unieron en una fina línea mientras observaba tu nombre de contacto, su pulgar inmóvil sobre el botón de llamar, teniendo un debate mental sobre si debería tratar de contactar contigo una vez más. Finalmente decidió en contra, no habías contestado a sus tres llamada anteriores, así que dudaba que contestases a una cuarta.

          Algo no iba bien y Calum lo podía sentir. No había podido hablar contigo en toda una semana; el silencio parecía ahora ser tu única forma de comunicarte, dejando que cada una de sus llamadas sonasen hasta encontrarse con tu buzón de voz, la voz automática diciéndole que dejase un mensaje de voz después del pitido.

          Solo había dejado dos mensajes, uno de ellos el lunes, el día después de que dejases su casa cuando llamó para saber como estabas a pesar de que solo había pasado un día desde que no os habíais visto. Nunca pasabais un solo día sin hablar por teléfono, y si ese no era el caso, era porque estabais hablando cara a cara pegados uno al otro y repudiando el momento en que tuvieseis que separaros. Separaros no era algo que ambos hacíais de buena gana, de hecho, te quedarías en casa de Cal de por vida si pudieses, escondida del mundo y enterrada entre sus brazos.

          Pero no podías, tenías un trabajo y un apartamento a tu nombre que tenías que ocupar, teniendo en cuenta que vivías ahí.

          Calum siempre trataba de convencerte de mudarte con él, reclamando que era estúpido que tuvieses que estar pagando alquiler y facturas cuando ambos podríais estar compartiendo un solo hogar. Incluso alguna vez solía soltar algún que otro crudo comentario sobre poder tener sexo cada noche si vivíais juntos. Pero a pesar de lo muy tentador que sonase el pensamiento de ciertas actividades recurrentes durante la noche, no podías aceptar su propuesta. Te gustaba tener tu propio hogar, algún lugar donde pudieses ir cuando necesitabas espacio y tiempo para ti misma. No tenías que preocuparte de alguien más estando en tu camino cada segundo del día cuando estabas sola en tu departamento. Solo eras tú, a pesar de que ahora nueva compañía había decidido acompañarte en tu tiempo a solas y se rehusaba a abandonar tu lado.

          Los dedos de Calum golpeaban el volante con impaciencia, sus ojos divagando entre el tráfico frente a él y la pantalla de su teléfono posado en el reposa vasos del coche. Esperaba con ansias poder ver como la notificación de un menaje tuyo aparecía, pero cada vez que miraba se encontraba con la pantalla en negro.

          La última vez que habías hablado con él fue el miércoles, respondiendo al teléfono después de lo que parecía la centésima vez. Rápidamente escupiste una disculpa por no responder a sus llamadas y le respondiste con una mentira sobre que estabas hasta arriba de trabajo que necesitabas terminar. Técnicamente no era mentira, eras una estudiante universitaria y tenías montañas de tareas teniendo en cuenta que los exámenes finales se acercaban, pero aun así no podías encontrar la suficiente fuerza como para comenzar con ello.

𝐈𝐌𝐀𝐆𝐈𝐍𝐀𝐒, calum hoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora