Capitulo 10.

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Reencuentro.

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Suspiro al leer la carta—Bien, solo tengo que esperar un poco—dijo para sí misma.
Se levantó del asiento donde momentos antes leía la carta, fue hacia su balcón con vistas a la torre Eiffel, cerró los ojos.

La casa Masen era cálida y acogedora, Romina platicaba tranquilamente con Elizabeth Masen la madre de Edward, hablaban sobre los planes a futuro.

Elizabeth hablaba sobre que quería que Romina se casara con su hijo, los nombres de sus futuros hijos, cada palabra que decía respecto a su futuro hacía que Romina se sonrojara.

—Cuando te cases con Edward y tengan hijos ¿Cómo se llamarán? —preguntó tomando una taza de café.
—Mmm no lo sé es muy pronto para eso, pero si es niña se llamará Elizabeth como usted—dijo con una sonrisa.

—Oh querida, gracias—dijo sonriendo con sus ojos llorosos.

Abrió los ojos ante el recuerdo, esa promesa no se la pudo cumplir a Elizabeth la consideraba su segunda madre y le dolió cuando supo que ella había muerto y más le dolió saber que Edward ya no estaba con ella.

[°°°]

—Estamos a punto de aterrizar por favor abrochen sus cinturones—exclamó el piloto desde la bocina.

Abrochó su cinturón con desinterés.
Volvió su vista al libro que leía, unos estruendosos pensamientos hicieron que levantara un poco su vista. Una azafata se dirigía hacia él desabrochándose unos botones de su blusa haciendo que su escote se viera más, desvió su vista asqueado ante lo que había visto, no entendía porque había humanas que se ofrecían así ante el primer hombre guapo que veían, eso no era apropiado esas humanas debían darse a respetar.

—¿Seguro que no necesita nada joven? —preguntó inclinándose para que se viera su escote.

Edward la miro a los ojos haciendo que ella se estremeciera en ningún momento bajo su mirada, su mirada la mantenía en los ojos de la azafata.

—No ocupó nada, gracias—contestó un poco estresado aquella mujer ya había ido a preguntarle miles de veces.

—Bueno, toma espero que sea de tu agrado—dijo extendiéndole un café que Edward agarro por cortesía y después aquella mujer se fue.

Edward tomó sus cosas para después bajar del avión que ya había aterrizado, guardó cuidadosamente el libro asegurándose de que lo tenía. Un bote de basura se atravesó en su camino ahí tiro el café con desinterés donde venía el número de la azafata, no le interesaba, la única mujer que le interesaba era su Romina. Rento un auto para después emprender camino a la dirección que Esme le había escrito donde vivía aquella "Romina", veía el hermoso paisaje que parís ofrecía, era simplemente hermoso, entendía porque Romina amaba el país.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨 [𝐸𝑑𝑤𝑎𝑟𝑑 𝐶𝑢𝑙𝑙𝑒𝑛] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora