Capitulo 29.

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Tan cerca, pero tan lejos de tí
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Chicago 1918, meses después de la transformación de Edward.

Escondido en lo más profundo del bosque la observaba, algunos dirían que la estaba acosando, pero él no lo llamaría así, más bien lo llamaría cuidarla. Edward Masen cuidaba desde la distancia a Romina Berry. Miraba como sus hermosos ojos azules se iluminaban por la luz del sol, pero algo había cambiado en ella, se veía diferente, su mirada se veía apagada, estaba un poco más delgada, ya no tocaba el violín como solía hacerlo todas las mañanas, el característico brillo en sus ojos había desaparecido, su brillante y hermosa sonrisa había desaparecido, su encantadora risa similar a las campanillas había desaparecido. Simplemente cada rastro de felicidad y amor en ella no existía.

Y Edward sabía porque estaba así.

El ocho de abril de 1918 había Sido el día en el que se comprometería oficialmente con su amada, pero nunca llegó. Dos días antes se había empezado a sentir mal al igual que su familia, creyó que solo sería una pequeña enfermedad qué pasaría muy rápido, se negaba rotundamente a qué se haya contagiado de la influenza. Habían ido al hospital, el primero en morir fue su padre, los únicos que quedaron fueron él y su madre, Edward sabía que moriría pues se sentía verdaderamente mal, pero luchó contra la enfermedad porque en verdad quería curarse, en verdad quería casarse con Romina, quería formar una familia junto a ella.

Estaba moribundo, casi no podía ver ni sentir lo que pasaba a su alrededor, solo recuerda que de un momento a otro sintió un dolor terrible, un dolor indescriptible, lo único que quería en ese momento era morir, el dolor era demasiado y no podía resistir, era insoportable. De repente el dolor desapareció, cuando abrió los ojos vio cosas y colores que nunca en su vida humana había visto, podía escuchar las llantas de los autos en la autopista a pesar de que estaban demasiado lejos de la carretera, podía percibir nuevos olores, y un dolor se instaló en su garganta.

Había pasado meses tratando de controlarse, Carlisle lo ayudaba. Aquel hombre le había salvado la vida y se había empezado a encariñar con él, hasta tal punto de considerarlo un padre. Le había insistido a Carlisle que no lo acompañará a cazar, le prometió que se controlaría, que pondría a prueba su autocontrol, al principio Carlisle se mostró dudoso, pero termino aceptando. Edward salía a cazar todas las mañanas muy temprano para poder ver a Romina, temía acercarse y que en cualquier momento podría atacarla, así que solo se mantuvo a una distancia considerable.

El primer día que se escondió a observarla, captó su aroma, era realmente fascinante y delicioso fresas y flores, sintió un amor demasiado intenso, mucho más intenso que cuando era humano. Sus sentimientos por su Romina nunca habían cambiado, siempre permanecieron allí, solo que ahora eran mucho más fuertes e intensos. Ahí lo supo el amor de su vida, era su compañera para toda la eternidad.

Y ahora estaba ahí, observando como regaba las plantas de su jardín, aquel jardín el cual alguna vez regó junto a ella, observaba cada movimiento delicado que ella hacía, el cobrizo se proclamó como su ángel guardián solo que, cambiando el nombre a vampiro, su vampiro guardián.

Otro aroma un poco menos agradable se empezó a acercar, minutos después un hombre se fue acercando a Romina, Edward lo reconoció como Martin McGwire un pretendiente demasiado insistente de Romina. Aquel irritante hombre la empezó a invitar a salir, ella se negó tratando de entrar nuevamente a su casa, pero aquel rubio mal teñido la detuvo mientras la tomaba del brazo y la acercaba bruscamente hacia él rozando levemente sus labios para después besarla a la fuerza.

Edward soltó un gruñido brutal, cualquiera que hubiera estado cerca se habría ido corriendo, se imaginaba que se acercaría y destrozaría el cráneo de aquel rubio hueco y lo haría polvo, se imaginó drenando cada gota de su asquerosa sangre, se imaginó torturándolo hasta que le suplicará de rodillas que lo matará y él con gusto lo haría, porque nadie trataba así a su Romina.

Con un movimiento brusco derrumbó un árbol en el cual estaba recargado, haciendo que Martin se distrajera un poco, Romina al ver cómo se distraía le propinó una patada en su parte baja, por el dolor el hombre la soltó y Romina salió corriendo a su casa para encerrarse. Martin solo grito que algún día sería suya, Edward al escucharlo soltó otro gruñido mucho más fuerte que el rubio escucho y se fue corriendo a su casa temiendo que algún animal lo asesinara, el cobrizo sonrió al escuchar aquel pensamiento, tal vez no sería muy mala idea asesinarlo y que todo el pueblo pensara que fue un animal el que lo asesino, sonrió ante la idea de verlo muerto, pero la descarto rápidamente al ver el hermoso rostro de su amada y al que consideraba su padre en su mente, no podría hacer eso, no a ellos.

Escuchó como su muerto corazón se rompía, como sus ojos se llenaban de lágrimas que nunca podrían caer, sintió demasiado dolor al escuchar los desgarradores sollozos de su preciosa compañera, sintió como se desmoronaba al escucharla gritar su nombre.

Edward.

Lo gritaba con tanto dolor que quiso ir hacia ella y consolarla, abrazarla y decirle que todo estaría bien, que él estaba con ella y nunca se separaría nunca más. Quería tenerla entre sus brazos, besar sus mejillas saladas por las lágrimas, aspirar el dulce aroma de su cabello, besar sus dulces labios sabor fresa, quería besarla hasta cansarse algo realmente imposible, porque nunca se cansaría de besar a su Romina. Quería abrazarla entre sus brazos y apretarla contra su pecho, hacerle el amor hasta el amanecer, amarla y adorarla por toda la eternidad.

Finalmente tomo la decisión que había estado rondando por su cabeza durante una semana, se alejaría por un tiempo de ella para poder controlarse, entrenaría su autocontrol, lo reforzaría. Y una vez que haya estado listo, volvería por ella, volvería para estar eternamente con ella.

—Mi querida Romina, estás tan cerca pero tan lejos de mi — suspiro mientras miraba la ventana que daba al cuarto de su amada— Te prometo amor mío que volveré por ti.

Fue lo último que dijo antes de alejarse.

Había sido una promesa, una promesa que cumpliría muchos años después.

Había sido una promesa, una promesa que cumpliría muchos años después

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Gracias por leer.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨 [𝐸𝑑𝑤𝑎𝑟𝑑 𝐶𝑢𝑙𝑙𝑒𝑛] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora