Capitulo 12.

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Paseo.
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El amanecer le parecía fascinante a Edward y ahora más que a nada le parecía hermoso porque tenía entre sus brazos a Romina. Ella permanecía dormida recostada en su pecho, con sus piernas entrelazadas, respiraba tranquilamente como si nada la molestara, como si se sintiera completa y en efecto se sentía completa, los dos se sentían completos porque tenían entre sus brazos lo que habían anhelado hace varios años.

Edward sentía que después de años de sufrimiento podría ser feliz por fin, ahora podría permanecer toda la eternidad con su amada. Aún le sorprendía que un vampiro pudiera dormir ¿Cómo era posible que lo enamorara mucho más? ¿Era posible enamorarse más de ella? Lo creía demasiado posible, tantas veces había anhelado mirar la suave cama de su habitación y verla allí recostada durmiendo tranquilamente, con su angelical rostro y cuando ella abriera los ojos quería ser lo primero que ella viera, quería ver esos hermosos ojos azules como el océano.

La alarma que daban las ocho en punto empezó con su pitido un poco irritante, el cobrizo la apagó inmediatamente con molestia, si la alarma sonaba ella despertaría y se alejaría de sus brazos y él no quería eso, por supuesto que no.

Romina se removió un poco entre los brazos del vampiro sintiendo su frialdad haciéndola estremecerse de frío, poco a poco abrió los ojos encontrándose con los dorados del cobrizo quien la miraba con adoración, sonrió un poco mientras él la besaba cortamente.

—Creí que esto solo era un sueño—musitó con su voz soñolienta.

—Esto es real Romí, tan real como mi amor por ti.

Ella sonrió levantándose un poco alejándose de los brazos del cobrizo haciendo que él frunciera el ceño.

—¿Qué es lo qué haces?, vuelve a mis brazos, tantos años esperando por ti y ahora te alejas—resopló con un pequeño puchero.

Ella soltó una encantadora risa que hizo sonreír al cobrizo—Solo voy a ducharme y me gustaría que después salgamos a pasear.

El cielo estaba nublado ya que las épocas de frío estaban comenzando y les podía permitir salir a pasear sin ningún inconveniente.

—¿Quieres que te acompañe? —sonrió él coqueto.

La ojiazul solo negó sonriendo, adentrándose al baño con su toalla.

—¿Te quieres dar una ducha después de mí? — preguntó ella alzando un poco la voz, aunque no era necesario ya que él la podía escuchar a la perfección.

—No gracias, cielo, pero cuando dormías me di una ducha—contestó.

En la madrugada se había levantado para ducharse, le dolió alejarla de sus brazos, aunque sea por un momento, se había cambiado de ropa. Le extrañaba que ninguno de su familia lo haya llamado aún, estaba seguro de que Alice, Carlisle y Esme sabían sobre eso, pero agradecía que lo que sea que hayan planeado para su reencuentro con Romina, gracias a ellos él pudo volver a verla, besarla y adorarla.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨 [𝐸𝑑𝑤𝑎𝑟𝑑 𝐶𝑢𝑙𝑙𝑒𝑛] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora