Capitulo 7.

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Hermoso país.

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París, Francia.

Las pinceladas eran delicadas y suaves en aquel papel grueso, estaba pintando nuevamente aquellos ojos verdes que la enamoraron profundamente, aún lo recordaba eran recuerdos borrosos pero su rostro siempre estuvo presente en su mente.

Siempre se regañaba a sí misma el recordarlo le dolía, le dolía porque creía que él la había abandonado, le dolía saber que él había muerto hace un siglo.

Lagrimas silenciosas empezaron a bajar por sus mejillas mojándolas, aún recuerda el día que él iba a ir a pedir su mano con sus padres, pero él nunca llegó y cuando lo busco le dijeron que él ya había muerto. Maldecía la maldita gripe española, esa enfermedad se llevó lo que más amaba, su amor eterno Edward Masen.

8 de abril de 1918, una joven dama de ojos azules esperaba pacientemente a su amado ese día era especial. Edward Masen pediría su mano frente a sus padres, a las 7 de la noche los habían citado pero la familia Masen aún no había llegado eran muy puntuales ya eran las 7:30 de la noche y era extraño que aún no llegarán.

Hace algunos días Edward le había dicho que no se sentía muy bien al igual que su madre él se quedaría a cuidarla. Romina creía que estarían bien, creía que llegarían a tiempo, pero ellos nunca llegaron.

Las nueve de la noche había llegado y ellos aún no aparecían y no lo harían jamás lo harían.

—Ellos no llegarán Romina, vamos hay que ir a dormir. Ese muchacho Edward resultó ser un estafador — replico su padre molesto.

—Está bien papá, en un momento iré a mi habitación y me dormiré.

Eso fue lo último que dijo aquella joven de ojos azules, miro aquel anillo ovalado con diamantes, lo acaricio cuidadosamente como si tuviera miedo de que en cualquier momento se rompiera o se perdiera.

—Buenas noches, Edward — susurro hacia el viento.

Luego de decir esas palabras se fue hacía su habitación para después dormirse profundamente sollozando entre sueños porque su amado no había llegado, creía que él había jugado con ella, creía que él no la amaba. Pero sus besos, sus miradas y sus "Te amo" se veían y se sentían tan puros y sinceros que era imposible pensar eso, no lo quería pensar, tampoco quería que eso fuera real. Ella lo amaba y él también.

Al día siguiente se despertó con la luz del brillante sol entrando por sus cortinas claras de color lila. Para cualquier persona sería un día hermoso, pero para Romina no era un buen día, hoy iría a ver qué era lo que pasaba con Edward, tal vez la madre del cobrizo no se pudo curar y se tuvo que quedar con ella para cuidarla, pero pudo haberle avisado ¿no? Se negaba rotundamente a que él solo haya estado fingiendo que la amaba, solo quería llegar a la casa del cobrizo y ser recibida por él entre sus brazos, quería sentirse protegida a su lado, quería que la besara con todo el amor y adoración que él le transmitía, quería que la hiciera suya como solo él sabía hacerlo, quería todo de él.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨 [𝐸𝑑𝑤𝑎𝑟𝑑 𝐶𝑢𝑙𝑙𝑒𝑛] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora