Capitulo 19.

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La melodía 

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Cuando entró pudo escuchar y apreciar mejor la dulce melodía, unas lágrimas cayeron por sus blancas mejillas, aquella melodía que Edward tocaba se la había dedicado y compuesto solo para ella cuando aún eran humanos.

Ella se acercó hacia él sentándose a un lado, sonrió mientras escuchaba los pensamientos de su amado.

Eres mi vida Romina, moriría si algo te llegará a pasar, eres lo mejor de mi existencia. Oh, amor, no sabes cuántas noches rogué porque volvieras a mi lado y ahora estás aquí mi dulce Florecilla, Te amo Romina Berry.

—Te amo Edward.

La melodía empezaba con notas claras era como si fuera una historia, las primeras notas eran de un primer encuentro, amor a primera vista. Después notas un poco más alegres como si estuvieran felices de estar juntos, como si hubieran logrado su cometido de tener algo.

Después las notas fueron mucho más armoniosas era como si hubieran dado el siguiente gran paso. Los dos recordaron el día que se conocieron y todos los recuerdos que vivieron juntos.

De un momento a otro las notas se volvieron tristes como si las dos personas enamoradas se hayan separado por algo, las notas siguieron tristes hasta que la melodía dejo de sonar, era un silenció, el silencio de que los dos se habían rendido de estar juntos. Hasta que la melodía volvió a ser nuevamente feliz, su reencuentro representaba aquellas notas musicales, siguió siendo suave hasta que se transformó en notas mucho más alegres como si alguien fuera llegar y los hiciera inmensamente felices.

Sin saberlo Edward Cullen escribió una historia en aquella melodía que se cumplió de principio a fin o que se cumpliría.

Cuando la melodía termino se levantó y se acercó a su compañera para después besarla con todo el amor que le tenía, en ese beso le demostraba las veces que añoró que ella volviera a él, todas las noches y días que la recordaba. Los fines de semana que iba a Chicago en dónde solía estar su casa, cuando pasaba las tardes en el prado donde le pidió matrimonio, las noches que iba a la biblioteca donde la conoció, el lago donde se besaron por primera vez, el árbol donde estaban talladas sus iniciales.

Todas y cada una de las cosas que hacía desde que ella se separó de él las recordaba.

Cuando se separaron del beso, Edward con sus pulgares limpio las lágrimas de su amada, para después abrazarla haciendo que se movieran levemente como si estuvieran bailando una danza lenta.

—Si todavía fuéramos humanos, estaríamos casados, con dos pequeños niños corriendo alrededor de la casa.

—Seguiríamos con nuestra vida humana — siguió Romina.

> Pero gracias a todo lo que pasó, no hubiéramos conocido a Carlisle, Esme, a nuestra familia.

Él sonrió— Tienes razón.

Se fueron hacia la habitación del cobrizo mientras Romina se sentaba en la cama y Edward buscaba algo en los cajones de su mesa de noche, después de encontrarlo se acercó hacia ella mientras ocultaba aquel objeto.

—Si hubiera llegado a la cena aquella noche, le hubiera pedido tu mano a tu padre.

>Me hubiera puesto de rodillas.

Romina soltó una exclamación al ver el anillo de Elizabeth Masen en una cajita de terciopelo negro.

—Creí que lo había perdido para siempre— susurró con lágrimas en los ojos— Aquella noche en el que sucedió el incendió había sido expulsada hacia el bosque y ahí lo perdí.

Edward cerro los ojos imaginando todo lo que pasó su compañera, le dolía que ella haya sufrido.

—Cuando volví, fui a buscarte, pasé por el bosque y lo vi tirado entre las hojas secas, eso me alertó y ese día fue cuando creí que habías muerto.

—Estoy aquí, a tu lado.

Él le sonrió mientras le daba un corto beso en los labios.

—Después de pedirle permiso a Carlisle, me pondría de rodillas— sin dejar de mirarla se arrodilló ante ella— Romina Berry te prometo amarte cada momento eternamente, ¿Me harías el extraordinario honor de casarte conmigo?

Romina estaba conmocionada, recordó la primera vez que le propuso matrimonio en un prado lleno de flores silvestres a la luz del sol, dónde tuvieron su primera vez.

Sus ojos veían fijamente los dorados de su amado, lo amaba de eso estaba segura, ella pasaría toda la eternidad junto a él. Ahora estaban juntos y nada los separaría como hace años atrás, miro a los ojos del cobrizo viendo que en estos se reflejaba el temor de que ella no acepte, eso sería imposible. Sería la más negras de las blasfemias la más impura, como si hubiera una vida donde no pudiera amarlo, eso sería algo realmente imposible.

Con sus ojos azules en los dorados de él, sonrió y contestó la tan esperada respuesta por el cobrizo.

—Sí, sí quiero

Edward Cullen sonrió mientras le ponía el anillo a su amada, Romina saltó hacia él mientras se besaban tan intensamente, se amaban de eso no había duda, se complementaban, ellos dos eran el uno para el otro.

—Te hice una promesa, te amaré en esta y otras vidas más.

—Te amo.

Cuando el cobrizo dijo aquello se apresuró a besarla nuevamente recostándola cuidadosamente en la cama, para proceder a besar su cuello con tanta delicadeza, como si tuviera miedo de romperla en cualquier momento, como si tuviera miedo de que su cerebro este jugando con él, de que es solo su imaginación y que cuando reaccionara ella ya no estuviera con él.

Pero no, ella estaba con él entre sus brazos siendo adorada y amada por cada beso y caricia de Edward.

En el dedo anular de Romina Berry permanecía el anillo del cual Elizabeth Masen uso alguna vez. Aquel anillo permanecería en su dedo anular, probablemente durante toda la eternidad.

 Aquel anillo permanecería en su dedo anular, probablemente durante toda la eternidad

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Gracias por leer.


𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨 [𝐸𝑑𝑤𝑎𝑟𝑑 𝐶𝑢𝑙𝑙𝑒𝑛] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora