Capitulo 31.

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Amor mío.
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Forks, Washington. 2005

Sabía que lo que estaba haciendo se consideraba una traición. La estaba traicionando a ella, la mujer que siempre amo y amará, Romina Berry.

Pero le era casi imposible evitar enamorarse de Bella Swan, o eso creía. Tenía sus sentimientos claros, a Bella la quería, pero no la amaba, nunca podría llegar a amar a alguien que no fuera ella. Siempre amaría a Romina Berry, evitó acercarse a la Swan pero ella era muy insistente, creía que ella de verdad se había enamorado de él, y no quería que sufriera por su culpa, además si se alejaba de ella, Jasper y Rosalie la asesinarían y él respetaba la vida humana así que decidió fingir un enamoramiento.

Quería a Bella, pero no la amaba, su familia creía que de verdad amaba a la humana, pero Edward era el único que sabía que no la amaba. Creía que con el tiempo podría amar a Isabella, pero él no podía creerse esa mentira que él mismo inventó. Solo hubo y había una mujer en su vida, su chica de ojos azules, su Florecilla, su amor eterno, su Romina.

Bella y Romina eran dos personas totalmente diferentes.

Isabella era de Forks.
Romina de Francia.
Isabella era castaña.
Romina de cabello negro.
Isabella tenía ojos cafés.
Romina los tenía azules.
Isabella era insistente.
Romina era paciente.
Isabella era débil.
Romina era fuerte.
Isabella era torpe.
Romina era hábil.
Isabella tenía piel pálida, no tenía sus mejillas rojas.
Romina era de piel clara, no era pálida, y siempre tenía sus adorables mejillas sonrojadas.
A Isabella no la amaba.
A Romina la amaba, daría su vida por ella. La adoraría y besaría hasta al cansancio, algo realmente imposible porque nunca se cansaría de amarla.

Romina era su estrella que lo guiaba por la oscuridad, la única luz en su mundo, la luz de la luna en la oscuridad del espeso bosque. La única mujer con la que se casaría, Romina Berry había robado su corazón, y ahora ella se había ido dejando un vacío demasiado profundo en él, un vacío que nunca será llenado por nada ni nadie, solo su Florecilla podría llenar aquel vacío en su muerto corazón.

Aunque su corazón siempre perteneció a ella, su corazón murió junto a ella, su corazón se lo llevó ella. Todo lo que era de él le pertenecía a ella, absolutamente todo.

Paró abruptamente de tocar el piano llamando la atención de su familia. A velocidad sobrehumana se fue a su habitación para sacar el anillo el cual perteneció a su madre, el mismo anillo que alguna vez Romina llevo en su dedo anular, el mismo anillo con el que le pidió matrimonio, el anillo que representaba su amor.

Los pensamientos de su familia lo abrumaron, creían que Edward pensaba en la humana, cuando en realidad pensaba en su primer amor, pensaba en su compañera, en su amor eterno, Romina.

"Debe de estar pensando en la estúpida humana".

Pensó Rosalie molesta.

"Pobre Edward, cada día está más loco con esa humana".

Pensó Emmett para después poner su atención en el videojuego.

"Tal vez ella sea buena, no me convence del todo".

Pensó Esme, que pensara aquello era muy extraño de ella.

"Todo sería más fácil si esa humana estuviera muerta".

Pensó Jasper.

"Ella no es su verdadera compañera, pero no quiero arruinar su ilusión".

Alice fue la última en pensar aquello, al parecer no se dio cuenta de lo que pensó. Además, Edward ya sabía que la humana no era su compañera.

—Espero y puedas perdonarme amor mío— cerro los ojos para recordar los brillosos ojos azules cuál zafiro de su amada— Siempre serás tú.

Con un último suspiro acaricio el anillo para después guardarlo en un cajón, donde se prometió que no lo volvería a abrir jamás, una promesa que se rompería meses después.

Con un último suspiro acaricio el anillo para después guardarlo en un cajón, donde se prometió que no lo volvería a abrir jamás, una promesa que se rompería meses después

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Gracias por leer.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨 [𝐸𝑑𝑤𝑎𝑟𝑑 𝐶𝑢𝑙𝑙𝑒𝑛] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora