-Me gustaría mucho que me ayudaras a reconstruir lo que pasó el día del accidente. –Pidió ella, acariciándole el pecho. Notó como él se tensaba. –No lo recuerdo muy bien. –Susurró.
-¿No crees que deberías hacerlo tú sola? Así recuerdas desde tu punto de vista, y no desde el mío. –Contestó con una sonrisa forzada, acariciándole la mejilla.
-Ya. –Forzó otra sonrisa. Había algo extraño, algo raro. Raquel se colocó de pie cubriendo su cuerpo con una sábana, para después ponerse encima la camisa de Sergio. Se encontraban en el apartamento de él, y no tenía absolutamente nada que ponerse.
-Esa camisa te sienta mejor a ti, que a mí. –Susurró, mirándola desde la cama. Raquel soltó una risita y se encaminó al pasillo, prepararía algo para el almuerzo. Comenzó a sacar algunos platos y a buscar los ingredientes para hacer una deliciosa ensalada. Tomó un vaso para buscar un poco de agua, pero se detuvo en seco al escuchar un pequeño eco en su mente.
-Virginia fue...
La voz de Sergio.
Raquel soltó el vaso al sentir aquel enorme dolor que la aquejaba. El cristal cayó al suelo rompiéndose con un estruendo. Su mente recordaba la voz desesperada de Sergio que acompañaba a una expresión facial igualmente de desesperada. Comenzó a acariciarse la sien, haciendo pequeños circulitos. Soltó un suspiro y lentamente el dolor comenzó a disminuir. Segundos después apareció Sergio, cubierto apenas con un bóxer.
-¿Qué pasó? –Preguntó preocupado, mientras se acercaba a ella. Raquel estaba excesivamente pálida, y parecía que en cualquier momento se desmayaría.
-No me siento bien. –Susurró. Sergio la escoltó hasta el mueble para sentarla allí.
-¿Quieres un vaso de agua?
-Por favor. –Susurró, tragando en seco. Sintió como su pecho se le oprimía, y pudo tener unos pequeños destellos de una carretera oscura, mientras ella apretaba el acelerador. –Eso fue con Antonella. –Se dijo a sí misma, pasándose las manos nerviosamente por las rodillas. ¿Los recuerdos serían del día del accidente en el que perdió a Antonella? Tenía que ser.
-Toma. –Llegó Sergio, ofreciéndole un vaso con agua. Raquel lo tomó y le dio unos cuantos sorbos, mientras se esforzaba por alejar aquel dolor incesante de cabeza. Cerró los ojos fuertemente y poco a poco el dolor pareció remitir. -¿No quieres que te lleve al hospital?
-No, así estoy bien.
-¿Segura? Estás muy pálida.
-Muy segura. –Le entregó el vaso con agua. –Dame un segundo y seguiré preparando el almuerzo.
-No, ya lo haré yo.
**
-Honestamente creo que a estas alturas de la vida, ya me habrán despedido. –Raquel soltó una risita mientras se sentaba al lado de Sergio con un plato de palomitas de maíz en la mano. Estaban en la casa de ella ahora, decididos a ver una comedia romántica. Pero el timbre se encargó de interrumpir aquello. Raquel se colocó de pie y fue a abrir la puerta.
-Oh, Crisdel, ¿hola? –Preguntó confundida.
-Necesito un enorme favor. –Le pidió, con Paola en brazos.
-Ya, yo la cuido. –Contestó, tomando a su sobrina.
-Muchas gracias, vendré por ella en cuanto
-Sí, sí. –Se dio la media vuelta después de cerrarle la puerta en la cara a su hermana. –Hola, muñeca. –Le plantó un beso a Paola en la sien, mientras se la acomodaba en la cadera.
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Engaños de un amor (Serquel)
RomanceEl matrimonio de aquel par de abogados era uno de los más sólidos de toda España; ante toda la sociedad eran una pareja que se amaba con locura, Raquel también lo creía así, pero Sergio se encargó de hacerle creer lo contrario; de la noche a la mañ...