-El señor ya salió del quirófano, se está recuperando pero va a tener que comenzar a cuidar su salud. –Sonrió. Raquel soltó un sonoro suspiro al darse cuenta de que su padre seguía con vida. Gracias al cielo. Observó como la expresión de su madre cambiaba, y una sonrisa forzada se posaba en sus labios. –Pidió hablar con… Raquel, creo. –Le dijo.
-Oh, por supuesto. –Contestó. Por un momento se sintió culpable por querer prácticamente asesinar a Sergio, aunque el idiota se lo merecía precisamente por eso, por idiota.
-Venga por aquí. –Raquel comenzó a caminar con el médico, deteniéndose en seco para girar y observar a su madre.
-¿No quieres ir tú, mamá? –Preguntó.
-No, pidió verte a ti. Ve. –Sonrió, sentándose de nuevo en el sillón. Raquel siguió caminando al lado de aquel hombre.
Ella se encargó de entrar al área de observación para después colocarse uno de esos trajes estériles, incluyendo aquel tapaboca. Se adentró en la habitación de su padre y sonrió al escuchar los latidos del corazón de él.
-Me alegro tanto de que estés bien. –Susurró, tomando entre sus manos la mano de él. Comenzó a acariciar su frente. –Tienes que quedarte conmigo durante muchos años más. –Sonrió. Observó cómo Rodrigo iba abriendo los ojos perezosamente.
-Hola. –Susurró de forma casi inaudible. La sonrisa de Raquel se vio más ampliada. –Lo hice por ti… -Se encargó de mirarla fijamente, para después bajar su mirada hasta el vientre de su hija. –Y por mi nieto. –Sonrió.
-Lo recuerdas.
-Sí. –Contestó de forma perezosa.
-No deberías hablar, no ahora. –Se limitó a decir, para después plantarle un beso en la mano.
-Así lo que haya dicho ese hombre sea verdad, eres mi hija, y estaré aquí para ayudarte y protegerte. No olvides que te quiero mucho.
-Y yo a ti, papá. –Sonrió, para después limpiar rápidamente la lágrima que había logrado escaparse de sus ojos. –Eres un padre grandioso, estoy segura de que también serás un gran abuelo.
-Haré mi mayor esfuerzo.
-Tengo que explicarte muchas cosas.
-Solo si quieres. –Contestó en un susurro.
-Sí quiero. –Susurró. -¿Quieres ver a mamá?
-Por favor. –Sonrió.
**
-Vaya, vaya, vaya. Hablando de roma y el idiota que se asoma. –Soltó Virginia al ver entrar a Sergio a su apartamento. Ella se colocó de pie para ir a recibirlo. Colocó sus manos en sus caderas y trató de mirarlo a los ojos.
-Necesito tu ayuda. –Susurró él, cabizbajo.
-No planeo ayudarte en más nada, Sergio. Eres un idiota que se encarga de dañar cualquier oportunidad que le da el amor de su vida. Juzgas sin saber el porqué de las cosas, sin siquiera preguntar. Tú no te das cuenta de que Raquel hace lo que hace porque tiene miedo de que la hieras, porque está cansada de que te burles de ella, de que desconfíes de ella. Si desde un principio hubieras hecho bien las cosas, esto no estaría pasando, tú…
-Su papá está mal por mi culpa. –Interrumpió.
-¿Qué? –Preguntó.
-Tuvo un infarto porque…
-¿Qué idiotez hiciste ahora, Sergio? –Preguntó mientras se llevaba la mano derecha a la frente. –El papá de ella no tiene nada que ver en todo esto. –Soltó.
-Ya lo sé, pero es solo que… Yo… Tengo que admitir que volví a arruinar todo.
-Inteligente deducción. –Contestó con sarcasmo. – ¿Qué pasó?
-Le hablé al padre de ella de todo lo que estaba pasando y… Le dio un infarto.
-Joder, ¿está bien?
-No lo sé. Hasta donde supe, estaba siendo intervenido.
-Oh, con un demonio. ¿Qué hospital? –Preguntó, yendo al sofá para tomar allí su bolso. Se observó en el espejo de la sala y tras acomodar un poco sus ondas castañas, miró fijamente a Sergio.
-El central.
-¿Estás claro de que si al anciano le pasa algo, prácticamente será tu culpa? –Preguntó con tacto.
-Sí. –Susurró él, arrepentido.
-Lo siento. –Contestó, acariciándole la mejilla. –Te quedas en tu casa.
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Engaños de un amor (Serquel)
RomanceEl matrimonio de aquel par de abogados era uno de los más sólidos de toda España; ante toda la sociedad eran una pareja que se amaba con locura, Raquel también lo creía así, pero Sergio se encargó de hacerle creer lo contrario; de la noche a la mañ...