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Con el pasar de más semanas, poco a poco el hospital se fue convirtiendo en el segundo hogar de la familia Murillo y de Sergio.

Los médicos continuaban con las pruebas y los estímulos. Bárbara iba de la capilla a la sala de espera, de la sala de espera a la cafetería y de la cafetería a la habitación de su hija. La pobre señora se iba deteriorando con el pasar de los días, con el pasar de las semanas. Rodrigo intentaba que su mujer durmiese un par de horas al día, por lo menos, pero Bárbara prácticamente no dormía. La preocupación la carcomía por dentro y la mataba lentamente.

Varias veces habían creído que Raquel estaba a punto de salir del coma, que solo le faltaba un pequeño empujón, pero tras más pruebas realizadas, se daban cuenta de que sólo eran actos reflejos.

Bárbara y Rodrigo se vieron obligados a contratar una enfermera privada para Raquel ya que no confiaban mucho en las que se les asignaban constantemente. En realidad, eran dos enfermeras; una para el día y una para la noche. Ésta se encargaba del aseo personal de Raquel y de su alimentación, además de sus necesidades básicas.

No había día en el que Raquel no fuese visitada por alguno de sus familiares, cosa que le sacaba una sonrisa a la recepcionista de aquella área. Muchas veces veía como los familiares olvidaban a los pacientes allí internados, pero en el caso de aquella señorita era lo contrario.

Crisdel llegó de la mano con Christian, saludando a Sergio quien últimamente se la pasaba allí. No era que él estuviese feliz por la muerte de su madre, pero ésta le había dejado una gran herencia, y si bien él prefería trabajar, en aquellos momentos no tenía mente para aquello, por lo que sobrevivía con aquel dinero.

-¿Hay nuevas noticias?-Preguntó Christian.

-Sigue igual.-Contestó alzándose de hombros.

-Lo siento.-Susurró.

-¿Cómo está Paola?-Les preguntó en cambio.

-Pregunta mucho por su tía y...

-¿Qué le dijeron?

-Que se había ido de viaje.-Contestó Christian con pesar.-Todo esto nos tiene mal. ¿No se supone que los médicos deberían hacer algo?

-Y hacen lo que pueden.-Los defendió Sergio. Sabía que era así porque él se pasaba día y noche metido allí, sabía que intentaban, que utilizaban cualquier recurso para que Raquel recobrase la consciencia. Pero simplemente no respondía a ningún estímulo, ni siquiera al dolor. Los médicos le habían explicado que el coma se debía al shock que había sufrido al tener el accidente. Y en cierto punto Sergio lo entendía, quizá en el momento del choque había recordado el que había sucedido antes y por eso...

-A mí me consta.-Intervino Crisdel.-En fin, vamos a visitar a Raquel, ¿no te molesta?-Le preguntó a Sergio.

-Por supuesto que no. Adiós.-Los despidió.

**

Estaba comenzando a odiar aquella habitación con todas sus fuerzas. Simplemente quería salir de allí para no volver más nunca. Quería que Raquel despertase y...

Sergio continuó leyéndole el periódico de aquel día. Los médicos le habían dicho que lo mejor para ella sería que la tratasen como si no estuviese en coma, pues había una pequeña posibilidad de que sintiese aquellas energías. Todos los días le leía algo; alguna buena novela de suspenso o simplemente el periódico. Quería mantenerla activa, por así decirlo, quería que no dejase de escuchar su voz, que no dejase de saber que él estaba cerca, que él estaba allí con ella.

-Sabía que iban a ganar.-Le dijo con una sonrisa, refiriéndose al equipo de beisbol al cual le iba.-Te lo dije, ¿o no?-Siguió, doblando el periódico para después dejarlo en sus rodillas. Alzó la mirada hasta la puerta de la habitación al ver al doctor Spina entrar. Le sonrió con cortesía, mientras se aproximaba a Raquel.

Engaños de un amor (Serquel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora