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-El bebé es precioso. –Habló Rodrigo, encargándose de plantarle un beso en el cachete a Raquel. Ella sonrió y se acomodó el cabello oscuro hacia un lado, haciendo una mueca al incorporarse en la cama. Hacía ya unas cuantas horas que le habían practicado la cesárea, pero joder, como le dolía.

-Es como su mamá. –Interrumpió Bárbara.

-Nuestro primer nieto. –Contestó Rodrigo, plantándole un beso en la frente a su esposa.

-Gracias a Dios todo salió bien. –Interrumpió Raquel.

-Así es. –Raquel alzó la mirada hasta encontrar entrando a la habitación a Sergio, le sonrió, notando como sus padres lo miraban de una forma terrible.

-Mamá, papá, estoy segura de que no han cenado, ¿quieren ir a la cafetería? –Les preguntó ella.

-No. –Contestó Rodrigo.

-Sí. –Concluyó Bárbara, tomándolo con brusquedad del brazo. –Vamos.

-¿Cómo está la mamá más hermosa del mundo? –Raquel sonrió aún más al notar como él sacaba unas rosas rojas de su espalda. Se acercó a ella y se encargó de dárselas. Raquel se mordió el labio al admitir que no podía contestarle con alguna oración que incluyera: ‘el papá más guapo del mundo’.

-Bien. –Dijo en cambio.

-Hablé con la enfermera, traerán al bebé dentro de un par de minutos. –Sonrió, para después sentarse a su lado. Tomó la mano izquierda de ella, plantándole un beso allí. -¿Estás bien?

-Muy bien. –Contestó, mientras una de sus lágrimas lograba escapársele.

-¿Por qué lloras? –Preguntó, acariciándole la mejilla, se encargó de hacer desaparecer aquello.

-Porque estás aquí. Pensé que más nunca te vería.

-Pensaste mal.

-Ya veo. –Susurró con una sonrisa. -¿Por qué volviste?

-Me gustaría dar una romántica respuesta y decir que fue únicamente porque te amo, pero a eso, se le suma otra razón.

-¿Cuál?

-Julio me explicó todo.

-¿Qué? –Frunció el ceño, sintiendo como perdía el color. -¿Cómo fue capaz de explicarte todo?

-Virginia.

-Virginia. –Sonrió. -¿Qué fue lo que te dijo? –Sergio bajó su mano, hasta lograr sacar una hoja muy arrugada de su pantalón.

-Me dejó una carta. A ti también. –Forzó una sonrisa. -¿La quieres leer? –
Raquel se mordió el labio inferior mientras observaba fijamente aquel papel, como si éste fuera capaz de morderla. No quería saber más nada de aquel hombre, simplemente quería dejarlo descansar en paz.

-No. Él ahora está muerto.

-Lo sé. –Hizo una mueca. –Te pidió perdón.

-Sí. Lo perdoné, pero ahora ya no sirve de nada.

-Lo sé, pero pensé que querrías saberlo.

-Ya. ¿A ti qué te dijo? –Preguntó mientras comenzaba a acariciar su mano.

-Me explicó lo que hizo. Me explicó lo que hiciste. Sabía que tú no te habías acostado con él así por así.

-Volviste por eso. –Susurró.

-Volví porque te amo. Simplemente necesitaba un empujón para hacerlo. Y ahí está.

-Lucas es mi hijo. Y él está delante de todos… -Repitió. -…Quiero que eso lo tengas claro.

-Lo tengo claro. –Contestó con una sonrisa. –Es un bebé encantador. –Le informó. Raquel soltó una risa ante aquello.

-Como su madre.

-Así es. –Se encargó de acariciarle su mejilla. –Es un bebé especial, y créeme que lo querré como si fuera de mi propia sangre.

-¿Podrás hacerlo?

-Podré hacerlo. Los dos cometimos errores…

-Mi hijo no es un error. –Soltó, a la defensiva.

-No me refería a Lucas. Me refiero a tu orgullo.

-¿Ah, sí? –Preguntó, alzando su ceja derecha.

-Sí. Los dos tenemos cosas que perdonar, así que, ¿por qué no comenzamos de cero? A fin de cuentas, lo que realmente importa aquí, es nuestro amor. Ese amor que sigue intacto. –Raquel se encargó de mostrar una deslumbrante sonrisa.

-Con una condición.

-¿Cuál?

-Acércate para que pueda darte un beso, siento que me aplastó un camión y no puedo moverme. –Hizo una mueca.

-Por supuesto. –Susurró para después inclinarse sobre ella con cuidado. Se encargó de unir sus labios con los de Raquel en un perfecto beso. Ella lo rodeó por el cuello, mientras se encargaba de profundizar aquello.

-Oh, creo que llegamos en mal momento. –Comentó Virginia. Sergio se separó de Raquel, incorporándose un poco.

-Ow, mi bebé. –Susurró, extendiendo sus brazos. La enfermera se encargó de entregárselo a Raquel.

-Felicidades.

-Virginia, qué alegría verte aquí. –Habló Sergio, abrazando a su amiga. Raquel acomodó mejor a su hijo entre sus brazos.

-Yo me alegro más de haberlos encontrado a punto de quitarse la ropa. –Exageró. Raquel soltó una carcajada ante aquello, deteniéndose al sentir de nuevo aquel dolor debido a la cesárea. –Ya en serio, me alegro mucho de que hayan logrado solucionar todo.

-Eh… Gracias por ser en cierta forma una especie de cupido. –Susurró Raquel, mientras acunaba a su hijo.

-Ustedes dos eran unos idiotas y necesitaban que alguien los uniera. Eso es todo. –Contestó con una sonrisa. –Ahora será mejor que me vaya, tengo mucho que hacer. –Inquirió en aquel tono cargado de misterio. Raquel y Sergio se despidieron de ella con una sonrisa.

-Al parecer, Lucas Marquina es muy tranquilo. –Comentó él, sentándose al lado de Raquel, ella alzó la vista al escuchar aquello.

-¿Marquina? –Frunció el ceño.

-Marquina. A partir de hoy, seremos una verdadera familia. No más engaños. No más mentiras. Solo amor.

-Solo amor. –Repitió Raquel, mirándolo fijamente, con todo el amor que era capaz de transmitir en sus ojos.

Engaños de un amor (Serquel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora