13.

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-Tienes que entender que ella te odia.-Le comentó su amiga, comenzando a jugar con la copa de vino que tenía entre sus manos.

-No tienes por qué recordármelo. Lo veo en sus ojos.-Se limitó a decir, cruzándose de brazos. Ella había insistido en ir a cenar en aquel restaurant e incluso ir al bar para distraerse, pero aquello no funcionaba. Ella pretendía que se olvidase de Raquel por unas horas, pero él no podía sacarla de su mente ni un solo segundo. Y quizá jamás lo haría.

Porque para sacarla de su mente, tendría que sacarla de su corazón.

-Y eso te duele.-Comentó con una sonora carcajada, Sergio apretó los dientes al oírla. Su amiga tenía un sentido del humor un tanto negro.

-Y tú te andas burlando.

-Porque te lo mereces. Si le hubieses dicho la verdad desde un principio, nada de esto estaría pasando.-Le reprochó. Sergio se colocó de pie después de dejar la servilleta en la mesa.

-Ahorita no estoy para tus sermones.-Contestó, yéndose del lugar mientras escuchaba como la carcajada de ella resonaba por el restaurant.

Decidió subir al bar, quizá allí podría despejarse un poco con algunas copas, pero también decidió entrar por la puerta del balcón, quería observar que tal estaría la noche en aquella ocasión. Cómo estaría la luna y las estrellas. Le había agarrado cariño a la naturaleza, además

La luna le traía recuerdos.

*

-Esta noche hace frío, ¿no crees?-Había comentado Raquel con una sonrisa, mientras se encontraban en el balcón.-Fue muy bonito el detalle de aquel anciano. -Había dicho, refiriéndose al señor que le había pedido a su esposa renovar sus votos matrimoniales. Se habían encontrado en un restaurant, cenando después de celebrar que Raquel aprobase con honores su último examen para ya salir de la universidad. La observó con una sonrisa, aquella mujer era tan bella, tan hermosa y tan suya.

-Quien quita y nosotros repetimos una escena así dentro de unos años.-Había bromeado, abrazándola por la cintura.

-No sería mala idea.-Rio. -Pero antes tendríamos que casarnos .-Había comentado con una sonrisa.

-Sobre eso-Él la había girado, para quedar cara a cara mientras se arrodillaba en frente de ella, sacando aquel hermoso anillo de su bolsillo. Y, aquella noche había podido observar el hermoso brillo de los ojos de ella, gracias a la luz de la luna que se reflejaba en su rostro.

*

Aquella noche había sido especial.​

Su amor con Raquel había sido especial.

Ella era especial.

Quizá el vino de la cena le había caído mal. O quizá simplemente se estaba volviendo loco, pero antes de entrar al bar, observó el cuerpo de una mujer recostado en el barandal del balcón. Conocía perfectamente ese cuerpo.

Lo había visto desnudo infinidades de veces.

Había repartido besos en él infinidades de veces.

Se acercó con cautela a ella. Quizá sí estaba loco después de todo, pero Escuchó como ella murmuraba algo falto de toda coherencia.

Y supo que era ella.

-¿Te sientes bien?- Raquel alzó la cabeza al escuchar aquella voz ronca que no escuchaba desde ayer en la noche. Se giró y observó detenidamente a Sergio. Estaba envuelto en un traje formal con chaqueta y pantalón negro y una camisa gris con corbata a juego. Le sonrió, sintiéndose atontada.

-Estoy-Dijo, alzando su dedo izquierdo.- Muy bien.-Maldita fuera, le costaba pronunciar las palabras. Sentía su lengua pesada

-Mírame a los ojos.-Pidió él, acercándose a ella mientras colocaba sus manos por sobre las mejillas de su ex esposa. Raquel parecía no responder a aquella orden, así que tuvo que sacudirla un par de veces, sosteniéndole la cabeza. -Mírame. -Volvió a pedir, observando sus profundos ojos marrones, dándose cuenta de que éstos estaban idos. Y se acordó de aquella vez en que a Raquel se le habían pasado las copas. -Estás borracha.-Dijo con el ceño fruncido.

-No-Trató de decir, fallando en el intento.

-Sí lo estás. -Le reprochó, comenzando a negar con la cabeza. -¿Con quién viniste?-Preguntó, mientras le colocaba un mechón de cabello detrás de la oreja.

-Eso-Volvió a tratar de decir, sonando más alcoholizada de lo que ya estaba.- No te importa.

-De acuerdo.-Contestó, comenzando a quitarse la chaqueta para después colocarla encima de los hombros de ella. -Entonces nos vamos. -Declaró, mientras se colocaba a su lado y la tomaba por la cintura, y se encaminaban a la salida. Raquel comenzó a caminar a tropezones, sintiendo como el suelo se movía debajo de ella. La mano de Sergio hizo aún más presión en su cintura, para evitar que ella terminase estampada en el suelo.

Poco a poco ambos lograron salir del establecimiento, encaminándose al estacionamiento. Al bajar las escaleras, prácticamente Raquel se fue de bruces.

-Maldita sea, Raquel. Si vas a emborracharte no lo hagas con tacones.-Dijo él, alzándola en brazos.

-No estoy borracha.-Susurró ella con una sonrisa bobalicona en su rostro, pasándole las manos por el cuello.

Pronto llegaron al auto de él, y Sergio la dejó en el asiento del copiloto con sumo cuidado. Rodeó el auto para poder sentarse detrás del volante. Se giró para poder mirar a Raquel, quien estaba totalmente recostada en el asiento, con los ojos cerrados. Maldita sea, si estaba borracha Muy borracha. Ella siempre se sentaba recta y ahora estaba totalmente estirada en ese asiento. Se acercó a ella, con la intención de ponerle el cinturón de seguridad, pero por desgracia quedó muy cerca de su rostro Y de sus labios. Raquel abrió los ojos justo en el momento para poder observarlo. Le sonrió de nuevo de aquella forma bobalicona. Sergio apenas y pudo colocar el extremo del cinturón en el lugar adecuado, conteniendo sus ganas de rozar aquellos labios tan provocativos con los suyos Maldita sea, no solo sus labios. Quería besar todo su cuerpo, quería averiguar si el sabor de sus besos y el sabor de su piel eran iguales al de hacía tres años

Se colocó el cinturón de seguridad, comenzando a encender el motor y a emprender su marcha.

...

Engaños de un amor (Serquel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora