12.

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-Guapura.- Raquel alzó la cabeza, dejando de ver el informe que estaba redactando para poder observar a Julio entrar por aquella puerta. Observó a su actual amante; cabello rubio corto, ojos oscuros, barbilla cuadrada, nariz recta y un perfecto cuerpo que sabía utilizar en la cama, envuelto en un traje caro.

-¿Qué quieres?-Se limitó a decirle, echándose hacia atrás en la silla.

-Hoy vamos a salir.-Le dijo, acercándose a ella.

-¿Para dónde?

-Es un nuevo bar que acaba de establecerse en la ciudad. Pasaré a buscarte a las diez Llévate una muda de ropa, si quieres. Dormirás en mi casa.

-¿No has pensado en que yo puedo decir que no?

-Nunca dices que no.-Le dijo con cierto sarcasmo. Raquel apretó los dientes ante aquello.

-Siempre hay una primera vez.-Contestó con una ceja enarcada.

-Y ninguna de ellas fue conmigo-Comenzó a decir, acercándose al escritorio de ella.

-¿A las diez, dices?-Preguntó, cambiando de tema.

-A las diez.-Le dijo con una sonrisa.

Y a esa hora Raquel estaba lista; con un corto vestido beige con escote en forma de V, el cual le llegaba hasta por encima de las rodillas. Su cabello estaba suelto y liso, su maquillaje era prácticamente el mismo que usaba en las mañanas. Sus pies estaban enfundados en unos tacones altos de color plata.

Se observó en el espejo, sonriéndose a sí misma.

Por lo menos parecía feliz.

No lo era.

Pero lo parecía.

El timbre sonó, Raquel caminó hasta la puerta para abrirla y encontrarse con Julio. Él le sonrió, cosa que ella también hizo.

-Te ves muy linda.-Dijo en un susurro. Raquel abrió los ojos como platos, para después fruncir el ceño ante el cumplido. Lo cierto era que Julio no era el hombre más amoroso del planeta, pero Eso a ella no le importaba, ¿por qué iba a hacerlo? No lo amaba y él no la amaba.

-Tú también estás muy guapo.-Le devolvió el cumplido, comenzando a tomarlo del brazo para encaminarse a su auto.

-¿No vas a llevar ropa?-Preguntó, abriéndole la puerta.

-La ropa es lo que menos vamos a necesitar ¿no?-Le contestó con la ceja enarcada, mientras se sentaba en el asiento del copiloto. Pronto Julio se sentó detrás del volante, comenzando a emprender la marcha.

-Espero que esta noche te diviertas.

-Sí, de seguro sí.-Dijo con una sonrisa forzada.

Durante el resto del camino ambos comenzaron a hablar de distintos temas triviales que hicieron que los minutos y el trayecto, pareciesen más cortos de lo que eran. Pronto Julio estaba aparcando su auto en el estacionamiento de aquel bar. Rodeó el auto hasta poder abrirle la puerta a Raquel y ayudarla a salir de éste.

Ella observó aquel establecimiento con detenimiento; era básicamente un pequeño local de dos pisos cuya puerta estaba en una de las esquinas, y a pesar de ser tan temprano, la música ya resonaba. En el primer piso se encontraba un restaurant, y en el segundo, el bar.

Ambos entraron a aquel lugar, para sentarse en la barra que se encontraba a un lado. Julio pidió algunos tragos para ambos, mientras trataba de entablar una conversación con Raquel.

-¿Te ocurre algo?-Le preguntó al observarla distraída.

-Sólo quiero bailar, vamos.-Contestó, halándolo del brazo y comenzando a ir a la pista de baile, en donde resonaba una movida tonada. Ambos bailaron como si la vida se les fuese en ello, sus pies parecían deslizarse e incluso flotar por aquella pista. Raquel estaba muy a gusto en los brazos de él, si bien no eran los mejores, estaban bien. Poco a poco la música aumentó su intensidad, haciendo que los movimientos de ambos, también lo hiciesen.

-Bailas muy bien.-Le dijo después de darle otra vuelta y volver a pegarla a su cuerpo.

-Tú también.-Contestó con una sonrisa, mientras se seguía moviendo al ritmo de aquella canción.

Pero, pronto el cansancio también hizo mella en Raquel, por lo que decidió dejar de bailar por unos minutos. Volvió a la barra, tomando un poco de aquel cóctel. Observó como Julio no parecía extrañarla, pues aún seguía bailando con otra mujer Pidió unos cocteles más, y tras consumirlos, se dio cuenta de su grave error. Se sentía mareada. Era una sensación extraña, como si estuviese en otro mundo.

Se colocó de pie, echándole un vistazo a Julio, quien seguía bailando muy placenteramente. Y se felicitó a sí misma al darse cuenta de que no sentía celos.

Salió por la puerta trasera, en donde se encontraba un pequeño balconcito que le daba una vista espectacular de un pequeño pedazo de la ciudad. Se recostó en el barandal, tratando de volver a tener control sobre sí misma, tratando de dejar de sentir aquel incesante mareo. Solo una vez se había emborrachado Con Sergio. Y sí lo que él había dicho era cierto, no había sido muy agradable; al día siguiente había amanecido con un dolor increíble de cabeza y unos pocos recuerdos de lo que había pasado la noche anterior. Su esposo, en aquella entonces, le había relatado un poco todo lo que había sucedido, mientras le traía unas cuantas pastillas para disminuir su dolor.

Pero en aquella ocasión, no estaba Sergio.

Y Julio en vez de ayudarla lo que haría sería aprovecharse de ella.

Así que tenía que calmarse.

...

Engaños de un amor (Serquel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora