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-Ten. –Comentó Virginia, extendiéndole un pequeño paquete con galletas saladas. Raquel salió de su trance y alzó la vista hasta mirar a aquella mujer, se encontraba en la cafetería junto a Crisdel, pero ninguna de las dos era capaz de comer algo debido a las náuseas. –Hola. –Saludó, sentándose al lado de ella.
-Hola. –Contestó Raquel, tomando las galletas. -¿Esto?
-Galletas saladas para quitar las náuseas. Por tu cara pareciera que estuvieras a punto de eliminar toda la cena. –Comentó con una sonrisa.
-No he cenado.
-Deberías. Eso se encarga de estabilizar un poco tu estómago. –La reprendió con una sonrisa. –Hola. –Saludó a Crisdel.
-Ah, ella es mi hermana. Crisdel Murillo. Crisdel, ella es Virginia Puentes. –Las presentó, para después comenzar a abrir aquel paquete. Se llevó a la boca el primer pedazo, masticándolo con lentitud.
-Mucho gusto. –Contestó Crisdel.
-El gusto es mío. Ahora díganme, ¿cómo está su padre? –Preguntó.
-Mucho mejor. Sigue en observación, pero va mejorando. Mamá está con él. –Contestó Raquel.
-Me alegro mucho. Deberías ir a dormir. Bueno, las dos.
-Estoy de acuerdo con Virginia. –Interrumpió Bárbara, sentándose al lado de su hija. –Tú tienes que cuidarte por tu embarazo. –Le habló a Crisdel. Raquel se llevó otro bocado de aquella galleta a su boca, teniendo la mirada acusadora de Virginia sobre sí.
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-Lo de las galletas fue un gran gesto. Muchas gracias. –Comentó Raquel, abriendo la puerta de su casa. –Hasta luego. –Se despidió de Virginia para después cerrar la puerta suavemente. Le había hecho caso a su madre y ella y Crisdel se habían ido de la escena. Raquel se recostó en la puerta principal y comenzó a quitarse su chaqueta para después pasar por la sala.
-Hola. –Se detuvo en seco al escuchar aquella voz y la sangre se le heló al girarse.
-Julio. –Susurró, sintiendo un enorme nudo en la boca del estómago.
-Pensé que podría hacerte otra visita. –Raquel comenzó a caminar hasta el lado opuesto de la habitación, y en un gesto de protección se llevó la mano derecha hasta el vientre.
-¿Qué es lo que quieres?
-Quería volver a verte. –Admitió con una sonrisa, acercándose a ella. Raquel siguió caminando hacia atrás, hasta detenerse con brusquedad debido a la pared. Tragó en seco. Joder, no quería acostarse de nuevo con aquel neandertal. No cuando ya estaba embarazada.
-Julio, yo… -Las náuseas volvieron a ella al sentir el roce de la mano de él, en contra de su mejilla.
-Tranquila. –Sonrió. –Ya no quiero absolutamente más nada de ti. –Dijo con cierto desdén. –Solo quería asegurarme de algo… -Comenzó a decir, arrinconándola en contra de la pared. Continuó acariciando su mejilla. –Estoy seguro de que tú no quieres que el mundo se entere de que un hombre logró doblegarte… -Raquel apretó los dientes ante aquellas palabras. -…Pero quiero que sepas, que si en algún momento le dices a alguien que prácticamente te amenacé para que te acostaras conmigo, juro que…
-¿Te duele saber que tienes que extorsionar para conseguir sexo? –Preguntó con rabia.
-¿No te duele saber que logré doblegarte y que hicieras lo que yo quería? –Soltó, alzando su ceja derecha.
-No le diré a nadie, si eso es lo que quieres. Pero lárgate de mi casa. Lárgate de mi vida. –Susurró, mirándolo fijamente a los ojos.
-Lo que quiera la reina. –Contestó, alejándose de ella. Tomó la mano derecha de Raquel y se encargó de plantarle un beso allí, a la vez que hacía una reverencia. –Hasta nunca.
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-No tienes por qué preocuparte. –Comentó Virginia, adentrándose en su apartamento. Encontró a Sergio sentando allí, mirando a la nada. –El hombre está bien.
-¿En serio? –Preguntó con una sonrisa.
-En serio. Pero ya no te metas con su familia.
-Fue una estupidez. –Admitió, cabizbajo. Ella sonrió al notar la forma en la que él se comportaba; como un niño regañado.
-Sí. No metas más la pata. –Le pidió acariciándole la mejilla.
-Haré mi mejor esfuerzo. –Volvió a sonreírle
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Engaños de un amor (Serquel)
RomanceEl matrimonio de aquel par de abogados era uno de los más sólidos de toda España; ante toda la sociedad eran una pareja que se amaba con locura, Raquel también lo creía así, pero Sergio se encargó de hacerle creer lo contrario; de la noche a la mañ...