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Las semanas comenzaron a pasar, hasta convertirse prácticamente en meses. Raquel se encargaba de ir del trabajo a la casa y de la casa a su trabajo. Los fines de semana se encargaba de ir a visitar a sus padres o dar un paseo por el parque cercano. Según pasara el tiempo, su ropa se iba perdiendo. Tuvo que decirle adiós a esas faldas tubo y apenas y había logrado conservar algunas camisas que no se ajustaban al abdomen. A veces lograba salir antes del trabajo e iba a algún centro comercial a comprarle cierta ropa a su bebé.


Para desgracia o fortuna suya, Sergio se había ido de Madrid, o eso le había dicho Virginia. Aquella morena se estaba convirtiendo en una de sus mejores amigas, y era la única, a excepción de su padre, que sabía de su embarazo.


Ni Crisdel, ni Bárbara, ni Christian, sabían algo. Raquel había insistido en que nadie supiera nada hasta que ella llegara al cuarto mes de gestación, hasta que el riesgo de cualquier pérdida, disminuyera un poco.


Afortunadamente, después de su renuncia, no había vuelto a ver a Julio. El idiota nunca se había enterado de que iba a ser padre y Raquel estaba contenta con aquella situación.


Soltó un suspiro para después comenzar a vestirse. Observó su cuerpo en el espejo del baño y reprimió una sonrisa al observar que en aquella ocasión, su vientre ya parecía más abultado. Hacía un par de días que había cumplido los cuatro meses de embarazo, y aquel día tendría que comentarle todo a su familia.


A su madre le daría un infarto prácticamente. Y en cuanto preguntaran quién era el padre de la criatura, ella se limitaría a contestar diciendo que ese asunto era totalmente privado.


Terminó de colocarse un bonito pantalón blanco que contrastaba con una hermosa blusa agua marina que enmarcaba sus senos y se ampliaba en su abdomen. Tras colocarse sus zarcillos, pulseras y un bonito collar, calzó sus pies en unas preciosas sandalias, para después tomar su bolso e ir a su auto.


**

-¿Las has visto? –Preguntó él. Virginia soltó un suspiro mientras movía algunas cosas en su habitación. Tenía su teléfono celular siendo sostenido por el hombro, mientras ella trataba de terminar aquellas labores domésticas.

-¿A quién?

-A Raquel.

-Casi todos los días. –Se limitó a decir. –Somos muy amigas ahora.

-Ya. ¿Está bien?

-¿No crees que deberías tú venir aquí y hablar con ella? Deberías decirle que en estos meses has estado totalmente fastidioso llamándome todas las semanas mientras preguntas por ella porque a pesar de todo, la amas.

-Ella está feliz con otro hombre, ¿no? –Virginia dejó lo que estaba haciendo para sostener el teléfono con sus manos. Se mordió el labio al pensar en todo aquello. Quería decirle la verdad, joder, claro que sí.

-¿Por qué no lo averiguas tú? –Raquel le había pedido que no le dijera nada a Sergio, pero tampoco iba a dejar que ese par terminara separado por ser unos jodidos idiotas cargados de orgullo.

-Estoy muy lejos ahora.

-Existen los aviones y los buses. –Contestó.

-De nada serviría ya. –Se limitó a decir.

-Nada sirve si tú te rindes. Mira, yo debería decirte que…

-¿Su bebé está bien? –La interrumpió.

-Sí. –Soltó un suspiro. –Su bebé está bien. –Repitió

Engaños de un amor (Serquel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora