-¡Papá! –Gritó ella, corriendo a sus brazos. Se sentía como una niña, pero realmente quería a aquel hombre. Rodrigo sonrió para después abrazar a su princesa, plantándole un beso en el cabello.
-¿Qué haces aquí? –Sonrió. –Pensé que estarías trabajando.
-Hoy no me sentía bien. –Se alzó de hombros. Ya, sí, y había pasado toda la mañana y mitad de la tarde llorando como una Magdalena.
-¿Estuviste llorando?
-Sí. –Se alzó de hombros, mientras comenzaba a caminar con su padre a la salida de aquella casa. -¿Podemos ir caminando al parque que queda a unas cuadras? –Preguntó con una sonrisa.
-¿Fue por Sergio?
-¿He llorado por algún otro hombre en mi vida, papá? –Preguntó, para después ayudar a su padre a que se pusiera su abrigo negro. Posteriormente ella se acomodó su chaqueta blanca y abrió la puerta de la casa de sus padres. Juntos comenzaron a salir de aquella urbanización.
-No, solo por ese imbécil. –Contestó él, retomando la conversación. -¿Te pasa algo más?
-No, papá. Todo está bien.
-Te encanta mentirle a tu padre. –Susurró Rodrigo, cruzando la carretera con ella. Raquel sonrió para después abrazarlo.
-Me conoces mucho, ¿no?
-Como la palma de mi mano.
-Pues es solo el estrés del trabajo, ya sabes. –Se alzó de hombros, mientras seguía caminando con él. Raquel se detuvo en seco al darse cuenta de quién venía en caminando en frente de ellos.
Ya, sí, en definitiva ella estaba más salada que el mar.
-Oh, hola, Raquel. –Le sonrió. Ella tragó en seco. -¿Hablando con tu padre?
-Sergio… -Intentó detener sus palabras. Por amor al cielo, no quería una escena en frente de Rodrigo.
-¿Sabe él que estás embarazada? –Sonrió cínicamente. Raquel sintió la mirada acusadora de su padre sobre ella. -¿Sabe que es de otro hombre? ¿Sabe que eres una perra?
-¡No le permito que le hable así a mi hija! –Gritó él de repente, atrayendo la atención de los que caminaban por allí.
-Papá, por favor…
-No tengo la culpa de que su hija sea una zorra que anda revolcándose por allí con todos los hombres que se le atraviesan. –Interrumpió, diciéndole aquello al anciano, mientras miraba fijamente a Raquel. Ella sintió de nuevo aquel nudo en la garganta. No sabía por qué quería llorar. ¿Por qué Sergio la creía una zorra? ¿Por qué la estaba humillando en frente de todos? ¿Por qué le estaba causando aquel mal momento a su padre? Sospechaba que era todo aquello junto.
-¡Es usted un malnacido! –Exclamó Rodrigo, para después llevarse su mano derecha a su brazo izquierdo y posteriormente a su pecho, soltando un quejido. Raquel abrió la boca al observar como su padre iba perdiendo color, y antes de darse cuenta, Rodrigo terminó desplomado en el suelo.
-¡Papá! –Gritó ella, arrodillándose a su lado. -¡Papá! –Gritó de nuevo, tomando la mano de él entre las suyas, observando con desconcierto que no tenía pulso. -¡Sergio! ¡Llama una ambulancia! –Volvió a gritar. Momentos como aquellos en donde le daba gracias a Dios por saber practicar RCP. –Papá, por favor, quédate conmigo. –Pidió, mientras comenzaba a colocar las bases de sus manos sobre el esternón de su padre, para después comenzar a llevar a cabo las treinta compresiones respectivas. Observó por el rabillo del ojo como los presentes comenzaban a aglomerarse a su alrededor, y como Sergio llamaba por teléfono.
Gracias al cielo la ambulancia llegó antes de lo esperado, los paramédicos bajaron su camilla para después colocar allí a Rodrigo mientras lo estabilizaban, Raquel dejó que las lágrimas corrieran por sus mejillas, y justo antes de subirse a la ambulancia con su padre, giró y observó fijamente a Sergio.
-Si algo le pasa a mi padre… -Lo señaló con el dedo índice. -…Si le pasa algo… -Repitió, limpiando la lágrima que se había escapado por su mejilla. -…Jamás te lo perdonaré, Sergio. Jamás.
...
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Engaños de un amor (Serquel)
RomanceEl matrimonio de aquel par de abogados era uno de los más sólidos de toda España; ante toda la sociedad eran una pareja que se amaba con locura, Raquel también lo creía así, pero Sergio se encargó de hacerle creer lo contrario; de la noche a la mañ...